Entre la avalancha de opiniones y comentarios, especializados y de los que hacemos después de comer entre familia, que han empezado a acaparar la conversación en estos días sobre el caso de Tamara de Anda (por supuesto que saben de qué hablo), algunos definitivamente son más afortunados que otros. E independientemente de aquellos en los hay una falta de reflexión garrafal por parte de quienes se atreven a hacerlos en público, hay uno que me golpeó la memoria del mismo modo que una foto de la prepa me ha demostrado que no sólo la ropa que me encantaba en mi primera juventud está de vuelta, sino que entonces me quejaba de un sobrepeso nulo que por fin se materializó.
Hace 18 años también son hace 18 kilos, pero es tema para otra ocasión.
En esa época era la amiga «gordita» de una chica absolutamente hermosa. Junto a ella era imposible no sentirse un poco piltrafa, aunque de su parte nunca hubo esfuerzo alguno por menospreciar mis atributos físicos. Para eso estaban los demás y, claro, una misma —mi crítica más cruel fui yo, y jamás de manera constructiva. Maldita Abril Adolescente, qué bueno que ya te moriste—. Así que ahí estaba, la testigo en primera fila de los esfuerzos inútiles de un montón de atolondrados jovenzuelos que intentaron conquistar a mi amiga: pobres. Entre la marabunta estaba un tipo que, en retrospectiva tampoco entiendo por qué lo consideraba mi compa, suspiraba como un idiota por ella. Poseía el don de la palabra, le gustaba leer y me imagino que se sentía dentro de una trama de Daria —estaba igualito a Charles "Upchuck" Ruttheimer, sólo que con el cabello oscuro— cada vez que abría su boca salpicada de dientes torcidos, pues sus comentarios eran siempre agudos, sarcásticos y contundentes.
También misóginos y machistas, pero eso no lo entendí hasta que supe un poco mejor qué son esos bonitos conceptos (fast forward a 2014: la Abril Actual no es mucho mejor persona que la Adolescente, lo sé).
Y así como suspiraba por ganarse el corazón de la inalcanzable, me compartía en corto sus frustraciones al ver que nomás no avanzaba. Hasta que un día encontró LA estrategia. Mi amiga no era millonaria pero sí tenía buen gusto. Con ella aprendí lo que es la albahaca, el café irlandés y las marcas de maquillaje que tienen sensor antirrobo porque cuestan igual que una camisa. Y, del mismo modo, era (¿es?) fan de los tulipanes. Como siempre he sido bien intencionada (léase: medio pendeja), se me hizo fácil darle esa pista al Upchuck IRL cuando me preguntó qué podría regalarle en su cumpleaños.
Así lo hizo, y con bombo y platillo. Bueno, lo que quiero decir es que pidió que llevaran el arreglo a la escuela, en horario de clase, para verle la cara de sorpresa y, me imagino, prepararse a recibir la ropa interior de la festejada. Por supuesto, le encantaron. Se sonrojó. Les dijo «hermosas». Y hasta leyó la carta que acompañó al arreglo. En ella, el buen remitente la invitaba a una cita. Una cena o comida, ¿qué importa?
Mi amiga dijo que no.
¡Obvio, Upchuck se enojó! Se gastó 500 pesos en un arreglo, con el dinero que su adolescente ser había ahorrado en no sé cuánto tiempo, y le prometía una salida GRATIS a comer con él. ¿Era mucho pedir?
En ese momento no lo sabíamos, pero Joey Tribbiani (si le hacemos caso al Internet) ya había acuñado el término friendzone, sin embargo debimos esperar unos años más para que, también el Internet, distorsionara el término. Verán, si nos basamos en el episodio de Friends en el que Joey le dice a Ross que no tiene esperanzas con Rachel porque ya fue friendzoneado, sólo quiere decir que el objeto de deseo no te ve como potencial pareja sexual, sino como amigo. Y punto.
Cuando comenzaron los memes al respecto (véase: Friendzone Fiona), se refería a la situación en el que, principalmente los hombres heterosexuales, se ven relegados al papel de camarada mientras la cortejada se aprovecha de todas las ventajas que recibe junto a la atención de un enamorado. Verán, Rachel, hasta ese momento, no había usado la insinuación de un "tal vez" para que le regalaran tulipanes. Ni mi amiga tampoco: ella no le pidió que le regalara nada. ¿Creen que se salvó de recibir otra carta en donde le reclamaba su falta de educación y consideración, pinche vieja? Le puse una gritadera al tarado aquel cuando me enteré.
Igual a la que le puse a mi hermano cuando salió el tema de la denuncia de Tamara. Y es que es la misma, una y otra vez: ¿por qué un halago («guapa») se considera acoso? ¿Cómo es posible que no se aprecie que una persona reconozca belleza en otra, y se lo comunique de manera educada? ¿Por qué nos —dicen ellos— ponen en la misma categoría que otro que dice obscenidades, se saca el pene o toca partes del cuerpo sin permiso? ¿JAMÁS VAN A VALORAR A LOS HOMBRES BUENOS? Es la misma queja de aquellos que piensan que sólo porque cedes el paso a una mujer, le prestas tu abrigo si le da frío y escuchas las amargas quejas que tiene con su novio, el rockstar que la engaña y trata como basura, ya mereces que ella se abra de piernas cuando tú se lo pidas. Existen threads enteros de estos autonombrados “Buenos Muchachos” (no confundirse con Buenos Muchachos, del programa de radio que son mega chévere) en los que exponen, una y otra vez, sus tristes historias de amor injustamente no correspondido.
La friendzone les ha hecho mucho daño, amigos. Es momento de que se quiten el velo y entiendan de una vez por todas de qué se trata 500 days of Summer: la chica no te quiere, desde el principio te dijo que no va a estar contigo, así que no construyas castillos en el aire con expectativas que nadie te entregó desde el comienzo. Una vez que entiendan que nadie (ni una mujer: sorpresa) está hecho para agradecerte la existencia sólo porque eres amable, sabrán poner en perspectiva que ni siquiera sus mamis tenían razón cuando les aseguraban que todo lo bonito del mundo es sólo para ustedes por su linda cara. O, más bien, porque crees que eres buena persona.
No, el taxista no le dijo una grosería. Y aún así no significa que merece un aplauso o que no sea incómodo. Los que se han levantado en favor del otrora chofer anónimo, que lo han convertido en la cara de su bandera de ardidos y bebés emberrinchados, no sólo demuestran que no tienen la menor idea de cuál es el problema de fondo: se están proyectando.
Sépanlo: la friendzone no existe, es sólo la justificación que toman los "Buenos Muchachos" para comportarse como imbéciles cuando no les dan el dulce. Y una denuncia por acoso es aquella que se hace cuando lo que te dice otro, que no pediste, te agrede, invade tu espacio y te hace sentir insegura.
No se hagan los que no saben la diferencia.
*hiperventila*
Abril Ambriz
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