Es claro que amas todo de tu perro. ¿Quién no podría amar a ese lomito adorable que te mira moviendo su cola cuando acaba de masticar felizmente tus lentes nuevos? Y que OBVIAMENTE está arrepentido de lo que ha hecho y seguro no lo volverá a hacer nunca más. Le dices “Estás muy arrepentido, ¿verdad, bebé? ¡Claro que estás muy arrepentido! Ven, te regalo una galleta.” Por esta ocasión lo dejas pasar, que al cabo, ¿qué son unos lentes más que un asunto material? Tu perro es mucho más importante que eso y entonces le das un abrazo, lo invitas a tu cama y le regalas tus calcetines rotos para que tenga que morder muy contento porque le recordarán a ti cuando no estés.
Esta historia se puede repetir una y otra vez con diferentes elementos rotos hasta que te miras a ti en la esquina de la cama mientras tu bendición duerme pacíficamente en todo lo demás, rodeado de juguetes, recién bañadito y con un suéter porque no le vaya a dar frío a nuestro peludo lomito. A veces te cuestionas si realmente eres feliz con todas las pérdidas, pero te da tranquilidad saber que le has dado lo mejor a él.
No quisiera romper tus ilusiones, pero hay muchas de nuestras muestras de cariño que no son precisamente sanas para nuestra mascota dentro de nuestra relación humano-perro. Creemos que lo que nos haría feliz a nosotros es lo que los hace felices a ellos, o en muchas ocasiones hasta les atribuimos emociones que sentiríamos nosotros estando en su lugar. Pero aunque son nuestros mejores amigos, siguen siendo perritos con sus propios instintos y sus propias formas de percibir el mundo. Un entrenador me tuvo que decir “amiga date cuenta” para entender que la empatía no es pensar lo que harías tú en el lugar de él, si no qué haría él desde su propia posición. Así, la relación puede ser muuuucho más fácil y amena.
Así que les quiero compartir una comparación de algunas cosas que aprendí que se deben hacer para que la relación con nuestro perrhijo esté llena de amor y amistad en ambas direcciones.
Muchas son difíciles de aceptar. Bueno, al menos para mí lo han sido, jaja. Pero les aseguro que cambiarlas ayuda muchísimo más de lo que pensábamos a nuestro canhijo (como le dice mi papá) que, más que mascota, es hermano. (:
Andrea Odelap
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