Empiezo a escribir esta nota sin tener ninguna idea de cómo terminará ni cuáles conclusiones sacaré. Pero sí sé el porqué de ella. Esta nota debió haber salido el miércoles de la semana pasada. Eso ya no es vivir al límite, es vivir después del borde.
Así somos los mexicanos, creo. La cultura de prevención nada más no se nos da. Don Luego es nuestro compadre. Tan así, que ahora que debo llevar una semana de anticipación en el contenido que hago para redes sociales, siento una desubicación temporal muy cañona.
La semana pasada fue de las más horribles de mi vida porque tuvieron que hospitalizar a mi mamá; y no fue horrible porque estuviera grave, si no porque desgraciadamente tuvo que ser en el IMSS, y de pilón el más viejo y feo de todos. En donde no sé qué espera el personal para hacer su chamba. Estaba en URGENCIAS, donde todo debería ser rápido. Era viernes y querían esperar hasta el lunes para hacerle los estudios que necesitaba.
No se dan cuenta que si previnieran, ahorrarían esfuerzos, medicinas y recursos en general. No nos damos cuenta como sociedad que, si no consumiéramos Coca-Cola y papitas desde niños no habría tanta diabetes, que si ahorráramos desde jóvenes viviríamos desahogadamente de viejos. O que si pagáramos a tiempo nuestras deudas, en vez de endeudarnos más, no tendríamos que pagar intereses altos.
Y la semana anterior a esa, fue de las más hermosas de mi vida. Estaba de vacaciones en Costa Rica, pero me topé con el mismo problema. Todos los guías se quejaban de la lentitud de los mexicanos. Si la cita era a las 7, llegábamos 7:15. Agotamos todo el tiempo que tenemos, hasta el último segundo y un poquito más para tomarnos la selfie perfecta con el chango atrás. Al final nunca pasa nada, siempre nos esperan. ¿O qué?
Somos creativos y encontramos soluciones de última hora, como yo por ejemplo, que encontré un nombre para ponerle a mi nota. O como que si se te va el avión pues compras otro boleto y disfrutas un ratito más tu vacación. Aprendemos a vivir con la diabetes, compramos la medicina para la hipertensión. Y pues ya si se murió alguien era porque ya le tocaba.
Pero, ¿sí está bien así? Vivir el momento lo más que se pueda sin pensar en el después. ¿O estaría mejor llevar todo planeado y sin salirse de la línea?
¿O en realidad da igual?
Aída Morales
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