El comercio nació hace casi 6 mil años y, seguramente, entonces vender intangibles era casi imposible. Estamos en el 2017 D.C. y convencer a alguien de darte su dinero a cambio de algo que no podrá tocar, sigue siendo dificilísimo. En el campo de las ideas el reto es todavía mayor, a pesar de que todos sabemos que la creatividad genera valor.
En octubre del año pasado, una cadena de gimnasios nos invitó a una reunión para platicar de una campaña que planeaba lanzar en enero y fue hasta que terminó la junta que nos revelaron que se trataba de un pitch.
Le explicamos al responsable de mercadotecnia y a su equipo que consideramos que los pitches son una práctica que resta valor a la creatividad porque, en esencia, lo que el cliente dice es "haz el trabajo, pero si no me gusta, no te lo pago". Aún así, ofrecimos escribir al día siguiente con una propuesta.
Empezamos nuestro correo señalando que nos interesaba colaborar con ellos y propusimos 3 esquemas en los que podríamos hacerlo:
Pitch tradicional: riesgo alto, costo alto
Si como cliente esperas que invirtamos talento y horas de trabajo en un proyecto que no sabemos si podremos cobrar, te va a costar caro. Si quieres que arriesguemos mucho, en correspondencia tendrías que pagar mucho.
Pitch pagado: riesgo medio, costo medio
Si me invitas a trabajar en una propuesta creativa que competirá contra otras, pero me pagas un poco por participar, hay certeza de que obtendremos alguna remuneración y eso nos permite ofrecerte un costo medio, que junto con el pago del pitch se vuelve un pago adecuado.
Proyecto asignado: riesgo bajo, costo bajo
Si nos asignas el proyecto en lugar de concursarlo, no corremos ningún riesgo. Podemos desarrollar tantas opciones como sean necesarias y ofrecerte el costo más competitivo.
En el mismo mensaje, señalamos que preferíamos un pitch pagado, pero que participaríamos en cualquier escenario.
La insoportable vaguedad del pitch
Pasó una semana y no recibimos respuesta. Pasaron dos semanas y tampoco se comunicaron. Han pasado 5 meses desde entonces y todavía no nos dicen nada. La campaña saldría a la calle en enero y estamos en marzo, así que creo que es prudente asumir que nunca nos contestarán.
Pensando en lo que pasó con esta invitación y con otros muchos pitches en los que hemos participado, Yuca y yo comparábamos la forma en que tenemos que vender nuestros servicios contra la forma en que un taquero hace su intercambio:
Todos sabemos qué es un taco, cuánto debería costar y qué esperar de él.
Esto, por ejemplo, NO es un taco.
El taquero establece el precio de sus productos, el cliente pide, paga, come y se va.
Si yo llegara a un puesto, pidiera un taco gratis para probarlo y así decidir si pedir otros cuatro, seguramente el taquero se reiría en mi cara, me mentaría la madre y me correría a patadas. Sin embargo en las industrias creativas es sumamente común pedir una demostración de capacidades, aun si tu portafolio está lleno de buenos ejemplos de trabajo que evidencian experiencia.
Para octubre, cuando platicamos con la cadena de gimnasios, teníamos ya algunos meses preparando algo nuevo. pero esta invitación me ayudó a confirmar que quería, además de publicidad, trabajar también en otra cosa.
Pasando a lo tangible
Cuando tenía 12 años fui a una fiesta de disfraces en la que no conocía a nadie. Un niño que traía una máscara de Darth Vader fumando un puro (?) se me acercó y me dijo algo como "Hola, soy Humberto, vente a jugar". Desde entonces la amistad con él sigue intacta.
Desde que Humberto se acuerda, su familia ha trabajado distribuyendo naranja en el Mercado de Abastos y hace tiempo compró maquinaria para café porque Filiberto, que trabaja con él, nació y creció en Coatepec. La familia de Filiberto se ha dedicado al café allá en Veracruz por generaciones, así que él mejor que nadie sabe dónde comprar buen café. Él lo beneficia, lo tuesta y arregla las máquinas. En pocas palabras: el cabrón es un estuche de monerías y la relación de amor-odio que tiene con Humberto no podría ser más productiva.
En 2015, Humberto y Filiberto empezaron a producir café, pero la marca con la que lo vendían no correspondía con la (muy alta) calidad del grano. Luego Filiberto tuvo que regresar a Veracruz para atender un asunto personal y el proyecto se puso en pausa. A mediados del año pasado, comí con Humberto y cuando me contó que sus máquinas estaban empolvándose en una bodega, le propuse asociarnos para echarlas a andar otra vez. En YuJo! nos encargaríamos de la marca y la comunicación, Filiberto y él llevarían la producción, y entre las dos partes haríamos la inversión.
No fue casualidad que el café me entusiasmara tanto: hace 3 años, siempre que tomaba cerveza era lager, y siempre que tomaba café era lechoso y azucarado. Así como Bernardo me enseñó diferentes estilos de cervezas, Yuca me enseñó varios métodos de extracción, y sin ser experto en ninguna de las dos cosas, hoy disfruto mucho más de ambas.
La semana pasada, finalmente tuvimos café empacado. Se llama Tonelada®. Hay tanto molido como en grano, en bolsas de 360 y 800 gramos y, la verdad, es muy buen café. Filiberto ha estado yendo y viniendo para comprar cereza, beneficiar, mortear y tostar aquí en Guadalajara. Yuca y yo hemos conocido mejor el proceso y ahora ya podemos ser como el taquero que debe ofrecer mejores tacos que su competencia, pero que nunca se va a desgastar en explicar lo que hace.
Por ahora el café está disponible en nuestra oficina, en nuestra tienda en línea y si quieres lo llevamos a tu casa. Más adelante nos gustaría exportar. Y así como YuJo! ha crecido hacia lugares que no imaginábamos, difícilmente podemos predecir hasta a dónde llegará Tonelada®.
Trabajar en creatividad me reta, me satisface muchísimo y espero seguir haciéndolo toda la vida. Tomar y vender café también me encanta y no hay ninguna razón para no trabajar en las dos cosas.
Si quieres platicar de creatividad y de pitches, o tomarte un café y conocer Tonelada®, te invito a YuJo!, preparamos una prensa y le entramos.
¿Un cafechito?
Joel Gutiérrez
Twitter: @thewowisnow
Instagram: thewowisnow