5 diciembre, 2018 - No Comments!

Somos Buenas Ondas | Difícil suena mejor

La primera vez que escuché a Pearl Jam fue en 1998, en el mítico Mixup dentro de Plaza del Sol, en Guadalajara. Tenían el disco de Yield en la selección mensual para escuchar. En cuanto sonaron los primeros acordes y la voz de Eddie Vedder en “Brain of J.” mi cerebro explotó.

En esas épocas, y más en casa de la familia Ávila Gómez, comprarse un disco no era una cosa sencilla, tenía que haber un motivo de suficiente peso para efectuar ese gasto no planeado, como un logro académico 🙁  o un cumpleaños, y, lamentablemente, decir que necesitaba escuchar una canción tantas veces como sea posible no era motivo suficiente.

Durante meses tomé un camión o caminé a ese centro comercial con el único objetivo de escuchar esa canción en modo Rainman, hasta que finalmente pasó lo inevitable: me hice mega fan de Pearl Jam.

A riesgo de caer en esta tonta y repetida reflexión de “los tiempos de antes”, creo que el hecho de dedicarle esfuerzo para conocer y escuchar música genera un vínculo emocional diferente con el artista, lo valoras más, te gusta más, te importa más. No es lo mismo ahorrar, ir a una tienda, elegir entre varias opciones y pagar, que simplemente buscar y darle play.

Antes de lapidarme con descalificaciones y actitud anti-hipster, existe un modelo de pensamiento que justo trata de eso. Se llama Fogg Behavior Model.

Con eso podemos explicar además el furor que generan los viniles.

¿Por qué pagar por música que tienes “gratis”?, ¿por qué llenar espacios físicos cuando te caben cientos de miles de canciones en un teléfono?, ¿por qué ir a tiendas cuando todo está en línea?

Parafraseando a JFK:

“Elegimos escuchar en vinil no porque sea fácil sino porque es difícil.”

Mejor conocido como "ese" enamorado de Marilyn Monroe

El vinil representa (ahora, antes era la única opción: aclaro) ese esfuerzo que se necesita para vincularte realmente con la música.

Tengo algunos motivos por los que me encantan y por los que no me duele (tanto) gastar mi dinero en discos (sin logros académicos ni cumpleaños):

 

El arte del disco

Estoy seguro que si escuchas música en YouTube o en algún otro streaming desconoces la portada, o si la viste, fue tan diminuta que no supiste si el billete de Nevermind es un dólar o un Benito Juárez. Apreciar el gran trabajo de arte de muchas portadas, tamaño 30 x 30, vale la pena.

El proceso

Sacar el disco del mueble, tomar el acetato, darle su limpiadita, ponerlo en la tornamesa, acomodar la aguja. No es difícil, pero tampoco es poner play y dejar corriendo lo que el algoritmo quiere que escuches.

Escuchar discos completos

El fenómeno de las canciones a 1 dólar generó que pocos sean los discos que disfrutas de la canción uno a la 10, o que dejes correr completos. Casi siempre caemos en los cómodos y muchas veces fabulosos playlists. Una cosa no está peleada con la otra, pero hay álbumes que vale la pena dejarlos correr, y eso casi no sucede.

El apego físico

Tener un disco suena básico, pero la sensación de tenerlo físicamente es muy distinta. Muchas veces tuviste que elegir entre varias opciones, esperar a que llegara, cargarlo por un tiempo, heredarlo o simplemente gastar lo que cuestan mínimo 4 meses de Spotify en “solamente” 12 canciones.

El sonido

Sí, amigos, suena diferente, y no es sólo el “gis”, y si tienes un buen equipo de sonido lo notarás aún más. La música digital, en su mayoría es una compresión, es una maleta que tiene que pesar 10 kilos, entonces le quitaron los calzones extra, el impermeable, los recuerditos, el libro, la camisa para salir, y dejaron lo básico para sobrevivir un viaje y no pagar más.

Hagan la prueba, “pinches hipsters”.

Hipster Ávila

Twitter: @yucaavila

Instagram: @yucaavila

Published by: abril in Música, yujo!

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