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Quizá la culpa de todo la tienen nuestros padres. Me refiero a esa angustia que tenemos ahora, adultos y medio autosuficientes, cuando la infelicidad se nos aparece en pequeñas dosis. O de pronto como una cubetada de agua caliente que deja una ampolla que reventamos, frotamos y rascamos hasta dejar una cicatriz indeleble. “Mira, esta infelicidad me acompaña desde hace meses”, le compartimos a un amigo cuando por fin podemos tomarnos una cerveza lejos del caldo hirviendo que nos cayó sin previo aviso. Digo que tal vez es culpa de los padres, porque ellos se esfuerzan tanto en construir esta mentira alrededor nuestro, sólo para después abrirnos la puerta y tranquilizarse la conciencia al decir “llévate un suéter”, como si eso fuera suficiente si llueven cántaros de humillaciones, o si nos estrellamos contra un camión de ruta que no frenó cuando le pedimos la parada. No sé por qué, pero preferimos siempre la imagen de los progenitores o tutores esponjosos, que todo lo perfuman con mantequilla, canela y azúcar, para que el hedor de la mierda de la suela de nuestros zapatos no nos llegue. Y no es que sean malvados, es que también son cómodos. De alguna manera parece más sencillo taparle los ojos a la bendición o montar un teatro tamaño Goodbye, Lenin! con tal de no tartamudear ante las preguntas difíciles, esas que todavía no nos podemos responder solitos porque mamá nos dijo que un matrimonio gay “no es natural”.
Entonces, aquí estamos, culpando a los que vinieron antes y decidieron no explicarnos que la vida es un fracaso tras otro hasta que empiezas a desear que Flanders se muera. Sin embargo, el ser humano es una plaga que se niega a desaparecer así nomás. Yo creo que es mera inercia, la maldita entropía dándole a todo lo que puede, pero en el fondo me he descubierto abrumada por oleadas de helado optimismo, de ese que te obliga a moverte hacia adelante entre risas incómodas y un ligero calor en la espina dorsal. Hay momentos buenos y malos, incluso cuando todo parece estar nadando entre ríos de mierda. O en botes colmados de ácido.
Desde lo más insignificante hasta lo más devastador, todos hemos tenido oportunidad de estar dentro, junto, lejos, pero siempre presentes en lo bueno que resalta en todo lo horrible que nos va desgastando. Y es que cuando llegas a la edad en que no es necesario que te expliquen todas las referencias de Los Simpsons —sólo quiero decir que ya eres adulto, no que conoces todos los intertextos. Ni siquiera tu amigo el mamón se las sabe todas, que no chingue— aprendes que no se trata de ser feliz todo el tiempo, sino sólo menos miserable. Así que agradeces lo simple que te da un respiro. A lo más pequeño que te regaló una sonrisa que no se te borró en 12 horas, o hasta que viste las noticias. Olvídense de los restaurantes caros, los viajes exóticos, los tenis importados, las medallas ganadas, la mezquina victoria sobre el CM de una cuenta de atención al que no podrías valerle más verga.
No existe la felicidad perfecta, ¿cierto?: ni en lo romántico, ni en lo filial, ni con las mascotas, ni con el trabajo. La diversión no dura por siempre, y hay que aprender a acostumbrar la vista al nuevo ambiente. Como cuando entras a tu casa después de unas horas bajo el sol de mayo, hijodesuputamadre, y no ves nada porque tus pupilas deben adaptarse poco a poco. Todos quieren al nuevo bebé, hasta que aprende el poder de sus pulmones y mantiene despiertos a todos los no-sordos, cinco kilómetros a la redonda.
Y aquí es donde viene la confesión que quería hacer. He encontrado un ritual brevísimo que me ayuda a no tomar un bat y romper la ventana más cercana: le doy al botón de rewind de mi cabeza, me pongo a buscar un pequeño gesto y lo reproduzco para sentir de nuevo el agua helada que hace que me mueva.
Cuando Marco maúlla en la madrugada, recuerdo los domingos de arrumacos con él y Polo, echados en la cama mientras yo leo, veo una película o duermo junto a ellos como si nada horrible pudiera pasarnos.
Cuando el 640 está atascado y va a 10 kilómetros por hora mientras la temperatura en el interior es de 50 grados centígrados, reproduzco todas las ocasiones en que pude viajar con la mirada perdida en el paisaje, audífonos bien abrazados a mis oídos, sin imaginar mi muerte violenta bajo las llantas del camión que se me echa encima cuando voy en la bicicleta.
Cuando escucho los gritos de mi vecina que interrumpen el silencio que por fin llegó (Marquito ya no maúlla, está jugando con una bola de lana), agradezco que haya estado conmigo cuando apareció un alacrán marca diablo y me ayudara a matarlo entre gritos de señora y brinquitos de pulga.
Cuando voy a una marcha a gritar consignas de hartazgo, y el camino es una línea recta de asfalto ardiendo que parece no tener fin, me recargo de energía al encontrarme a una ex compañera de la universidad, a una de las mejores jefas —y personas— que conozco, o un grupo de músicos que llevaron sus instrumentos para acompañar más fuerte; familias completas, con niños y adultos mayores que también saben que el recorrido no es sencillo.
Y si en el trabajo no funcionan las cosas y la moral está baja, me vuelvo a contar las historias que me gusta contarme:
cuando Tito me regaló un paquetito de galletas de queso porque le dije que eran las que me compraba mi mamá cuando era niña;
cuando Yuca me topó en una tocada y al ver que mi tatuaje le daba nombre a la banda en el escenario me dijo que era como estar en un concierto de The Rolling Stones y encontrarse a Bob Dylan entre el público;
cualquier momento en que cualquiera de nosotras, las chicas, nos echamos porras en el chat;
cuando Aline encontró en cuestión de segundos el perfil de una persona que apareció en un chisme y queríamos ponerle cara al protagonista;
cuando David me mandó el primer mensaje matutino para que no olvidara el casco antes de ir en bici a la oficina;
cuando Joel me dio una botella de ginebra en Navidad;
cuando Gus me dio un abrazo en el Oso Negro…
De ese estilo, tengo algunos más a la mano que otros, pero siempre aparecen en grupo. Y hasta ahora, son infalibles.
No sé si este juego de rebobinar sea a prueba del tiempo o de cualquier circunstancia. Al fin y al cabo, las cintas magnéticas se rompen, los recuerdos cambian de significado y, vaya, el tiempo lo destruye todo; además, dentro de lo que cabe, mis problemas no son los de otra gente que tiene que agarrarse de más asideros para no caerse.
Pero mientras funcione, lo seguiré aplicando porque nuestros padres no nos enseñaron otra cosa y creo que a veces no sé cómo dar otro paso si insisten en salpicarnos de ácido. Me gusta pensar que —así como lo han hecho mis compañeros de YuJo!, mi papá y mis carnales, mis amigos, algunos extraños y los gatitos que me encuentro en la calle—, quizá, le puedo dar un pequeño salvavidas a otros que tengo cerca o que tienen que toparse conmigo en el camino.
Si podemos evitar ir por la vida rompiendo ventanas, hagámoslo. (Aunque todos sabemos que hay un límite y ese se cruza con bat en mano).
Sean amables, rebobinen.
Abril Ambriz Posas
IG: @ladyprovolone
Twitter: @ladyprovolone
Cuando el 2017 terminaba, le conté al equipo de YuJo! que uno de mis propósitos para este año era compartir la dirección con Tito y con Abril.
Por un lado, conforme hemos crecido en clientes y equipo, hay más frentes que cubrir. Por otro, se acerca el día en el que cumpliré diez años trabajando en YuJo! tiempo completo. Finalmente, tanto Yuca como yo tenemos la fortuna de contar con compañeros de trabajo que han sabido estar con nosotros en las buenas y en las malas. Personas que conocen la idea original con la que empezamos, que pueden imaginarse exactamente qué haríamos en cualquier situación, y que comparten la visión de YuJo! creciendo a otros campos de la actividad económica, en los que las ideas sean el detonador de procesos productivos sin importar los medios, las salidas ni los tiempos que corran.
De entre todos los que conformamos hoy el equipo, Tito es la persona con la que más tiempo tenemos construyendo esta organización. Los más antiguos lo saben de primera mano porque lo vivieron, y los más nuevos porque lo han escuchado: en la relación con Tito, no todo ha sido sencillo.
Pero precisamente tener diferencias y superarlas es lo que permite que hoy el respeto, la confianza y el agradecimiento que sentimos por él sea incuestionable. Cualquiera que haya trabajado a su lado podría platicarles de su gran talento y calidad humana.
Allá en el 2010, cuando empezábamos a trabajar como una empresa formal, tanto a Tito como a todas las demás personas que fuimos invitando a formar parte de nuestro equipo, les planteamos un plan de crecimiento a 5 años —tiempo que entonces nos parecía tan lejano que nadie estaba seguro que llegaría.
Él ha completado ese ciclo, y por todas las razones que he compartido, este año lo hemos invitado a transitar de ser el primer colaborador que tuvo YuJo! a ser el primer asociado que tendrá.
Tal como el resto de los movimientos que hemos hecho, y justo como el crecimiento que hemos experimentado, que Tito pase de ser un miembro más del equipo a una parte fundamental de la organización se siente natural. Para Tito es justo y para YuJo! es necesario.
En aquellos primeros años cualquier error en la gestión de un proyecto, cualquier equivocación en el manejo de una cuenta, cualquier descuido financiero hubieran podido borrarnos del mapa.
Conforme han pasado los años y nuestra estructura se ha fortalecido, las amenazas que vemos en el horizonte han cambiado de forma. Hoy no me preocupa que YuJo! deje de existir. Hoy me da miedo que YuJo! siga existiendo sin evolucionar.
He visto otras agencias envejecer sin gracia y volverse irrelevantes. He visto cómo el miedo a soltar las riendas y la resistencia a compartir lo que entre muchos se ha construido, ha acabado con equipos legendarios.
Por estas razones, si algo quisiéramos hacer correctamente Yuca y yo en los próximos años, sería establecer una siguiente generación de liderazgo.
Nuestra formación de comunicadores significa muchas limitaciones en el quehacer del gobierno corporativo, y para decirlo de forma sencilla: no tenemos puta idea de cómo lograrlo. Pero regresando por última vez a los colegas que vimos anquilosarse en sus sillas de respaldo alto, sí sabemos a qué cosas no aferrarnos.
El paso de Tito hacia una posición de mayor responsabilidad, pero también de mayores beneficios, es el primero en un camino que nos llevará un par de años dibujar. Confiamos en que, sobre la marcha, los tres juntos iremos entendiendo qué es lo que más nos conviene a todos.
En junio partimos hacia ese nuevo destino, nos vemos del otro lado.
Joel Gutiérrez
Twitter: @thewowisnow
Instagram: thewowisnow
2017 fue un año increíble.
Personalmente, cumplí objetivos de los que me siento muy contento. Terminé un par de medios maratones que pensé que llegarían mucho tiempo después. En Cash ‘n’ Goal , un proyecto de YouTube que hago con mi hermano de otra madre, conseguimos nuestro primer patrocinador. Me independicé. Viajé a Nueva York para proponerle matrimonio a la mujer más maravillosa que conozco. Y me dijo que sí.
El año pasado llegué a YuJo! y me encontré con compañeros muy profesionales y talentosos, que también son personas muy divertidas y que, conforme pasa el tiempo, se han convertido en mi familia.
En los nueve meses que llevo acá han pasado cosas muy chidas. Una de las mejores es que, haciendo, aprendo algunas cosas sobre el mundo de la creatividad, aunque conste que me faltan muchísimas todavía.
Por ejemplo, en septiembre Joel, Abril y yo fuimos a Querétaro a trabajar y aprovechamos para conocer Peña de Bernal. Luego viajé a Metepec, Puebla, porque un cliente tenía un evento, y casi cuando se terminaba el año fui a una expo del mismo cliente con Rocío, Aline y Yuca.
Sofi alumbró el camino y descubrió que hay vida más allá de ser Community Manager. Gran descubrimiento de su parte.
En YuJo! no todo ha sido trabajo, también me he divertido un montón. Con Andy Salvaje he intercambiado balazos de Nerf artesanales, que al final del año se convirtieron en disparos de gotcha a sangre fría. En esa ocasión, la ganas de no perder, hicieron que casi mate a Elías.
Desde abril empezaron mis lecciones de futbolito, y la verdad es que he tenido grandes maestros y compañeros de equipo, como Tito con su diagonal; Gush con su intimidación al rival; Jaz con su reguilete, y Andrea atajando de todas, todas. También Jacob y yo nos privamos de la risa de un memeringo francamente malísimo.
Este año también nació el Combo Davis, que Yuca y Joel se encargaron de popularizar. Abril me enseñó qué tan importante, e ignorada, es la coma vocativa, y Jesica casi me descubre comprando su regalo del intercambio.
Como dije al principio, 2017 fue un año increíble, y este que comienza me gustaría que fuera muy parecido. Por eso, a Jacob, a Gush, a Tito, a Abril, a Sofía, a Andrea, a Jesica, a Jaz, a Rocío, a Aline, a Andy, a Yuca, a Joel y a Elías les propongo que si siguen aquí como han estado, yo seguiré aquí para divertirnos y hacer que esto crezca.
David Moreno
Twitter: @dmorenoc_
Instagram: @dmorenoc_
Por lo general, las posadas de oficina se envuelven en un amor fraternal donde el espíritu navideño se hace patente en cada gesto y abrazo entre las distintas áreas, y las cumbias animan a las personas a dejar sus roles cobijados por unos tragos encima.
Sin embargo, para mí y los colaboradores de YuJo!® e invitados, este evento se traduce en: vejaciones a un ex alumno, caldos de camarón escupidos directamente al rostro del mesero, gritos metaleros, ajerar al franelero en turno, daños a propiedad ajena, ataques de pánico y crudas de campeonato.
Por fortuna este año fue la excepción, y se canalizaron nuestras energías destructivas en diferentes actividades que hicieron la delicia de todos. Aquí un pequeño recuento.
Parte I - Hablando con Dios
La primera parada fue Volta Racing, donde se puede ser un cafre al volante con pocas consecuencias. ¿Por qué pocas? En un minuto conoceremos la respuesta. El equipo se dividió en dos para crear rondas clasificatorias para la gran final, la cual se conformó por: Yuca, Joel, Elías (nuevo integrante del equipo), Andrea y Taco.
El legendario Ayrton Senna decía que en la curva del circuito Spa-Francorchamps hablaba con dios. Andrea, queriendo emular a los grandes, quiso entablar dicha conversación, pero terminó estrellando su vehículo contra el muro de contención. Bandera negra, collarín 15 días y ganó Joel…
Cabe mencionar que Jeka, cual doña de Providencia, respetaba los límites de velocidad y saludaba cada vez que podía al público, pero sin usar su celular.
Parte II - Mi Cecina es Mejor que la Tuya
La famosa cecina de Yecapixtla está en Guadalajara. El lugar es mi Chula Linda y la ubicación no la recuerdo realmente, pero vale la pena la vuelta. Para mayores informes, favor de dirigirse con Andrea.
Parte III - Vietcong-GDL Connection
Quizá el punto central de la posada era dar rienda suelta a nuestros instintos destructivos, y aunque no hubo alcohol de por medio, existen otras formas de sublimarlos: dispararle al jefe, resolver ese beef pendiente con algún compañero o simplemente sentirse como en alguna película bélica. En mi experiencia, al principio las balas de pintura corrieron cerca de mi oído, luego se estrellaron en la careta (donde no duelen), para finalmente destruirse cual kamikaze en el cuerpo —como decía Forrest Gump—: parecía que algo te mordía.
Mención honorífica a Davis que masacró a todo aquel que se ponía en su camino —hasta al compa que fungía como referee del juego—, y Joel, que no dudó en dispararle a Yuca a un metro de distancia. Como dije anteriormente: resolviendo los beefs.
Parte IV - “Si Nos Rendimos Ahora, Nunca Sabremos por Cuánto Íbamos a Perder”
Cuando recién llegué a esta ciudad hace 21 años, fui invitado a un cumpleaños en el Bolerama Tapatío; fue un desastre. Turno tras turno, mi bola terminaba en la canaleta. 21 años después, las cosas no han cambiado; ahora, por lo menos, puedo tomar cerveza. Aquí definitivamente volvió a ganar Joel. El tiempo apremiaba, por lo que solamente tuvimos oportunidad de jugar una línea.
Parte V - Los Trapiches al Sol
Si se es aficionado a la cerveza, la Cervecería de Colima ofrece varias opciones interesantes. Además, la promesa culinaria termina por crear un gran-muy-buen lugar. El cansancio comenzaba a hacer estragos, mientras los platos, bebida y buena plática continuaban. Aquí se cerró con imitaciones del Tuca (¡cállese, carajo!)
Parte VI - Tú y Yo a la Fiesta…
Haciendo acopio de fuerzas, arrastré mis cansados huesos a Galaxy, donde de alguna forma pueden convivir Donna Summer, Los Ramones y mi tos. Un par de tragos después, no sé cómo, me di cuenta que era de los últimos en abandonar el lugar. Emprendí el camino a casa con una sonrisa y buenos recuerdos.
¿Necesitamos en YuJo! alcohol para divertirnos? Definitivamente. Y aunque esta haya sido la posada menos borracha en el tiempo que llevo laborando en esta empresa, se hizo patente que en YuJo! no sólo trabajamos duro, pero se echa fiesta igual de intenso.
Gustavo Ramírez
Envío de invitaciones a posadas: gustavo@yujo.com.mx
No sé qué tan old fashion sea, pero es la primera vez que me leen este blog, y me quiero presentar, aunque sea medio vago: soy Rocío. Tengo 24 años, me encantan los animales, las series malas, y no me gusta manejar. Entré a trabajar a YuJo! hace unos meses y, otra vez, me tocó ser “la nueva” y más o menos, de eso se trata esta nota.
He trabajado en muchos lugares, quince para ser exacta. Casi siempre de mesera y otros trabajos que, la verdad, no duraron mucho.
Ser “la nueva” es un rol que no se juega a la ligera. Está lleno de retos, porque hasta lo más cotidiano es nuevo, tienes que acoplarte a un nuevo ambiente completamente desconocido, a reglas muy establecidas y explícitas, y —las peores—, las implícitas, que sólo las puedes descubrir con el paso del tiempo. Tienes que probar que no se equivocaron al contratarte y que de hecho eres buena en lo que haces.
Si a todo lo que implica ser nuevo o nueva, le sumas mi personalidad que siempre tiende a la ansiedad y al overthinking, los invito a la experiencia más tortuosa del mundo, con pensamientos ininterrumpidos como: “Rocío, deja de tomar agua porque es la tercera vez que te paras al baño y no es ni la 1:00, qué pena, seguro todos ya se enfadaron de verte pasar”, “¿olerá mucho mi comida de hoy cuando la caliente en el microondas? ¿Qué tal que luego todo huele a pescado y les da asco a todos? Mejor no comas, Rocío.” Y puro drama sin fundamento que hoy, estoy casi segura, nadie nota.
Pero no es sólo eso. Cada empleo ha traído su respectivo jefe, y cada jefe, su respectiva personalidad. Y yo los he tenido de todo tipo, hasta aquel hombre ya muy mayor de la India, que con un inglés casi incomprensible me gritaba algo así como “¡HO-WUO-AH!” y mucho tardé en entender que quería que usara agua caliente para limpiar ese mantel. Evidentemente, fue el trabajo en el que menos tiempo duré, empatado con el que, “por ser hostess” necesariamente tenía que usar tacones y, entre el dolor de pies y el feminismo que llevo muy dentro, renuncié al tercer día.
Haber trabajado en lugares tan diferentes hizo que fuera capaz de hacer un juicio no tan impreciso del lugar en el que me ofrecen o busco laborar, de valorar las cosas buenas, y darle la vuelta a las malas.
Sí, ya estoy cansada de ser “la nueva”. Tengo todas mis intenciones puestas en no volver a serlo. Ahorita, no.
Rocío Valdez
Instagram: @rocio.vv
En orden cronológico: Teleperformance, Che Boludo, Opal, Bistro K, Breads Etcetera, Cafetería del HO WUO AH, Il Diavolo, Quilombo, La Nacional/Vago, Gorilaudiovisual, Sur, Almirante Pech, Gen Studio, 3D Word renderings y YuJo! Creatividad Aplicada.
Desde que entré a YuJo! he tenido tres lugares en diferentes espacios de esta oficina.
El primero fue pegado a la puerta, con una silla naranja media incómoda, pero duró poco. Estaba en la mesa más grande y me encantaba tener vista a la calle, aunque tengo que admitirlo: me chocaba pararme a abrir la puerta cada vez que llegaba alguien.
Luego llegué a la mesa de los Güeros De La Oficina, que me gustó mucho porque, aparte de tener el futbolito a la distancia de un brazo, tenía a la vista el árbol de guayaba fresa y Davis y yo nos encargábamos de recolectar. Hasta que llegó el día en le que me dieron un doloroso pelotazo de piel en la cabeza y, de ahí en adelante, los pieles y yo ya no nos llevamos. Gajes del futbolito (pregúntenle a Andrea).
Después me mudé a La Cueva, un cuarto sin puerta y estos ingredientes:
1 maceta
4 computadoras
1 impresora
muchas balitas de Nerf
cables y aparatos en una esquina
1 puerta que no existe
4 amigos
Al principio no me sentía muy feliz de mi cambio de lugar; por el simple hecho de estar en un cuarto, alejada de los demás, me agüitaba.
Como todos sabemos, en YuJo! no falta la música, y en los inicios de La Cueva no hubo día en que Joel no empezara la jornada con su canción favorita ,“Blame it on me” de George Ezra, aunque lo niegue. Ahora le tenemos que rogar para que la ponga.
La variedad de olores nunca faltan en nuestro cuarto sin puerta, pues entre los desayunos de todo tipo, seres humanos y que Andy cierra la ventana de su lado porque tiene el termostato al revés, todo se puede esperar.
Las visitas en La Cueva son un poco limitadas. La mayoría suceden cuando van a imprimir o nos ofrecen café. Pero aún así pedimos muchas veces que cierren la “mini puerta” que creó Joel, que realmente no existe y aún así nos hace sentir seguros. Jacobell se merece mención especial, siempre aparece inesperadamente.
En los siete meses que llevo aquí he tenido la oportunidad de convivir con todos y trabajar en cada uno de los rinconcitos de la oficina (las 3 mesas). Creo que soy la única que puede decir que ya sabe cómo se comporta cada equipo y cuál es su desayuno favorito.
Ahora creo, y espero, que La Cueva sea mi lugar definitivo, pues a pesar de que al principio no estaba muy feliz de moverme aquí, ahora puedo decirles que ya le agarré amor.
¡Saludos desde LA CUEVA!
Sofi Gómez C.
instagram: @sofigmzc
En el trabajo convives demasiado con tus compañeros, y a mí me tocó la suerte de que todos son memes.
Yuca Ávila
Twitter: @yucaavila
Instagram: @yucaavila
26 febrero, 2016 - No Comments!
Instantáneas | Nuestra oficina no se crea ni se destruye, sólo se transforma
Después de tres años en Ámsterdam, el 1 de febrero nos mudamos.
Lo primero que nos preguntaron fue por qué y la respuesta fue muy sencilla:
estábamos hartos de trabajar en una oficina que no nos gustaba por completo.
Acostumbrados a manejar hasta la zona de la Minerva, la idea original fue remodelar la casa que rentábamos, pero la falta de visión de nuestra casera y su hijo nos obligaron a buscar un nuevo espacio. Decidimos no hacerlo solos, así que invitamos a Decimal® para encontrar juntos "la oficina ideal".
En septiembre establecimos los criterios más importantes para nosotros y empezamos a calificar opciones con esta prioridad:
- Un espacio abierto, sin divisiones ni muros intermedios.
- Al menos 200 metros cuadrados.
- Al sur de la ciudad.
- Con estacionamiento.
- En una zona segura y agradable.
Y así, con estas características, la opción lógica resultó ser una bodega.
Encontramos dos o tres que reunían todas estas características, con excepción de la última, pues, aparentemente, hoy en Guadalajara no hay una zona industrial que albergue de forma natural oficinas y espacios para crear. Cuando reconocimos que el entorno de todas las bodegas que nos gustaban era más bien hostil, empezamos a pensar en un edificio de oficinas.
Nuevamente, hubo algunas opciones interesantes, pero en todos los casos los espacios que proyectamos dentro de un edificio nos parecían grandes cajas de zapatos donde nos podíamos ver encerrados e imposibilitados para hacer, por ejemplo, una carne asada, lo que nos hizo descartar este formato.
Dijimos que no volveríamos a rentar una casa, pero Yuca, entre interminables recorridos por zonas que nos atraían, encontró una que desde fuera prometía una combinación ganadora: Chapalita, 300 metros cuadrados, un patio lleno de plantas, tres lugares de estacionamiento y una renta razonable. Todo empaquetado en el estilo original con el que se construyó esta zona hace más de 50 años.
Noviembre se estaba terminando y con él se nos iba el 2015, así que después de una intensa negociación de condiciones, firmamos el contrato de arrendamiento y empezamos a empujar los límites estructurales de la casa para acercarnos lo más posible al espacio que habíamos imaginado.
Decidimos, por primera vez, invertir en un lugar ad hoc al tipo de organización que somos y el tipo de trabajo que hacemos, así que nuevamente enlistamos las prioridades sobre este inmueble en particular y empezamos.
Menos muros, más comunicación
Esta finca se construyó en etapas y por esa razón, la mayor parte de los cuartos está en la planta baja, pero como sucede en todas las casas, cada espacio se delimita por muros y puertas que a nosotros nos estorbaban.
El inquilino anterior, no conforme con las separaciones que ya tenía la casa, subdividió algunos espacios con tablaroca y lo primero que hicimos fue quitarla. Inmediatamente ganamos luz y ventilación, pero también, sin querer, entramos en un frenesí por derrumbar todo lo que fuera posible y que se volvió, por mucho, el aspecto más complejo, costoso y tardado del proyecto.
Empezamos por un muro de carga al que originalmente se le haría una simple ventana. Pero una vez que empezamos a explorar, Pablo Javelly nos explicó que podríamos sustituir ese muro y otro más por una estructura de columnas y vigas que dejaban, prácticamente, toda la planta baja comunicada.
Nos encantó la idea y, a partir de ahí, todo fue demoler. Las ventanas se volvieron ventanales de piso a techo. Las puertas que daban al patio se ampliaron y los árboles viejos se removieron para dejar lugar a nuevas plantas que permitieran la entrada de más luz y tuvieran coherencia con la casa.
El piso era de chile, mole y pozole, así que le pedimos a Decimal® remover el viejo mosaico del patio, y los muchos estilos del interior, para tirar concreto pulido dentro y un mosaico en el exterior que emula la paleta de color en nuestra marca. Aprovechando que el piso se haría nuevo, le pedimos a Nomadat® que diseñara una red de luz, voz y datos que corriera por debajo de nosotros, de tal forma que las salidas quedaran en el piso y tuviéramos la menor cantidad de cables a la vista.
Las piezas del patio fueron cuadros de 20x20, y habiendo 4 colores por usar, las combinaciones que se podían hacer con este mosaico parecían infinitas. En total, se usaron en el patio cerca de 2,200 piezas, y entre un fin de semana y un par de noches bastante largas, organizamos pieza por pieza la ubicación que tendría cada una.
También colocamos algunas piezas sueltas en el interior para dar la sensación de degradado: el patio se metía en el concreto pulido y el concreto se entrelazaba con el mosaico de colores. Para unir ambos espacios concebimos un pequeño puente de madera, que también empieza y termina de forma irregular pero modulada en los mismos cuadrados de 20 centímetros por lado.
Luego vino una decisión difícil pero necesaria. La cocina y el área común quedarían casi conectadas, pero las separaba un pedazo de la cochera. Surgió la posibilidad de levantar el piso de esa sección y plantar un árbol para hacer una especie de jardín interior, pero esto significaba sacrificar un lugar de estacionamiento y nos preguntamos qué preferíamos ver a través de la ventana: si un auto o plantas. La respuesta fue obvia, así la casa quedó con menos cochera de la que recibimos.
La cocina se replanteó por completo. De una gran escuadra, con horno y una barra de acero inoxidable, pasamos a una pequeña barra de granito en otro lugar y sólo con lo imprescindible para dejarle espacio a una amplia mesa de comedor.
Finalmente, los muebles de baño se renovaron y se replicó la cuadrícula del patio en el muro del fondo del sanitario principal, donde también agregamos, para regocijo de las damas, un mingitorio ecológico.
Al final de cuentas, nuestros vecinos, con quienes hemos empezado una buena relación, lo dijeron con gran precisión: "se están acabando la casa". Y es cierto que hoy este lugar no se parece en nada a la casa que estaba anunciada. Han sido ya semanas de trabajar confinados a la planta alta, de hacernos escuchar entre fuertes ruidos y de regresar a casa con el cabello lleno de polvo, pero todo ha valido la pena.
Además de terminar con un lugar como el que buscábamos, el proceso de concebir, diseñar y ajustar los volúmenes, materiales y colores que conforman el espacio, ha sido casi como un proyecto más de YuJo! Creatividad Aplicada ®. Al final, junto con Decimal® y Nomadat® hemos creado un nuevo espacio.
No sabemos cuánto tiempo estaremos aquí, pero mientras dure, disfrutaremos más cada día. Si quieres visitar nuestra nueva oficina, bienvenido. Ya estamos en Tilma 249 y pretendemos quedarnos mucho tiempo más en este lugar.
Joel Gutiérrez
Twitter: @thewowisnow
Instagram: thewowisnow
No es ninguna sorpresa que estemos hechos de costumbres: desde que nos levantamos hasta que nos vamos a la cama seguimos una serie de pasos que se ajustan al script de nuestra vida y que en cierta forma llamamos estabilidad.
Sin embargo, un pequeño cambio es suficiente para que las circunstancias nos agarren a contragolpe. El actor en nuestras vidas improvisa para una comedia cuando el libreto claramente indica que se trata de un drama.
El reto comenzaba así:
Nivel de dificultad: alto.
Salud: óptima.
Armamento: la filosofía del carnalismo.
La semana estuvo marcada por muchos imprevistos en el plano de lo profesional y personal, pero tal vez nadie pudo ver lo que se venía encima.
Las primeras situaciones pudieron ser resueltas con relativa facilidad. Nos quitaron el internet en la oficina; nos vamos a casa de los papás de Yuca. Pitches por entregar; nos quedamos más tiempo en la oficina. Me cortaron la luz en la casa; enciendo velas y tengo veladas románticas conmigo mismo durante las noches, sin albur.
Pero la cosa eclosionó cuando tuvimos que transportar dos libreros de dimensiones monolíticas que son parte del mobiliario de YuJo! Sabíamos que ese día iba a llegar, pero no estábamos preparados. El primer problema era cómo transportar esa pesada carga y fue así como me vi rodeando el librero cual simio en 2001: Una Odisea del Espacio esperando que se pudiera transportar por el tiempo y el espacio.
De alguna forma, entre seis hombres pudimos mover los muebles, no sin antes sufrir magulladuras, una caída accidental al registro de la nueva oficina, para el final comer una hamburguesa tan mala que se sintió como el castigo después del castigo.
Las despedidas muchas veces estás sobrevaloradas y hasta se puede decir que son egoístas; nos intentamos aferrar a una cosa o persona para exprimirle los últimos minutos de nostalgia para sentirnos en paz con nosotros mismos. Aquí no hubo ese momento de voltear atrás, ver el espacio vacío o sentir que una parte de nosotros se quedaba en la vivienda abandonada.
Esa fue mi despedida de Ámsterdam, escenario de incontables aventuras, que nos desterró de tal forma que cerrar esa puerta fue un alivio. Al menos para mí. Sobra decir que se inaugura una nueva aventura en Chapalita y que una despedida y un hola casi siempre van de la mano.
El balance final de esa semana fue:
Objetivos logrados: 95/100.
Salud: 70/100.
Habilidades adquiridas: ir a la cama a las 10 pm.
¿Quién reta?
Gustavo "Bebocho" Ramírez
gustavo@yujo.com.mx