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12 agosto, 2015 - No Comments!

Se parece tanto al amor | Seinfeld: clases de mercadotecnia y publicidad

Jerry, just remember: it's not a lie, if you believe it

George Costanza

Los que nacieron en los 90, quizá, estén hartos de que los ochenteros (y más añejos), citemos a Seinfeld como una de las series más importantes, al menos cuando hablamos de la historia de la televisión estadounidense, con la que en contadas ocasiones hemos comparado la nacional, sólo para darnos cuenta de que todavía no estamos cercanos a los riesgos y productos de calidad que nos retacan desde lo más norte de nuestro norte.

Sin embargo, hoy no hablaré de su impacto en la manera en que se desarrollaron las series, ni de cómo su premisa en realidad debería ser que es una serie acerca de todo, o en lo absolutamente genial e inmortal que es George Costanza --bueno, tal vez sí lo mencione un poco más adelante--, sino en aquellas cosas que dijo acerca de la publicidad que, ingenua en ese entonces, no noté hasta que comencé a trabajar en este medio.

Por ejemplo:

La magia de un pegajoso jingle 

Bien, aquí es donde me contradigo y declaro que George es el mejor personaje de la serie. No importa los argumentos que tengan en contra, de este caballo no me bajo y háganle como quieran. Lo que me importa compartir ahora es cómo, a pesar de que siempre tiene todo en contra, sabe sacarle provecho a sus contadas y controvertidas fortalezas. Cuando tiene, ¡por fin!, la oportunidad de salir con una chica parecida a Marisa Tomei (recordemos que, en realidad, pudo haber cortejado a la ganadora del Oscar, si no es porque estaba comprometido en ese momento), sabe en la primera cita que las cosas no van a salir bien. ¿Su táctica? No abandonar el partido, sino que al despedirla en su departamento, dejar "despistadamente" un gorro de supuesto visón en uno de los sillones, para así tener el pretexto ideal para verla de nuevo. ¿Su teoría de que funcionará? Permítanme citar:

"Soy como un jingle. Al principio soy un poco molesto, luego me escuchas un poco más, me cantas en la ducha. Al tercer día es 'De Mennen'"

Aquí el video, de pésima calidad, aunque audible:

 

La habilidad de darle la vuelta a un concepto (porque lo pide el cliente)

Elaine Benes también tiene lo suyo, cómo no. No sólo tiene un estilo único para bailar, sino que es una mujer que afronta los retos con mucho miedo, pero sin echarse para atrás. Cuando Peterman deja la dirección de su empresa y delega la responsabilidad de editar el catálogo de su marca de ropa a Elaine, ella debe lidiar con el recién adquirido poder y pronto se emborracha en sus mieles, sin tener el respeto que (cree) merecer. Temerosa como es, no es capaz de regañar al encargado de la correspondencia en la compañía, así que en lugar de correrlo por inepto, lo asciende a redactor. No pasa mucho antes de que se convierta en su único colaborador y tenga que aprender a ajustar conceptos creados en la mente de este personaje, que más que un mensajero, parece asistente de Max Cady (madurar es poner un enlace a la referencia, en lugar de rematar con "el que entendió, entendió"):

 

Lo más tierno de todo es que lo hace todo muy casual, a pesar de estar hablando de lo difícil que es mantener los pies secos cuando pasas mucho tiempo pateando cráneos. Tal y como hacemos cuando, platicando un cliente, pide que en lugar de un comercial de gatitos surfistas, sea un musical con animación stop motion con artículos de oficina. Ya saben, "sólo un pequeño ajuste".

 

El súper poder de crear conceptos que convencen a la gente

Durante la séptima temporada (el final de sus años dorados), George y Jerry se dan cuenta de que su vida no tiene propósito alguno y que es hora de convertirse en hombres. Es decir, ambos acuerdan que se van a comprometer y dejarán de encontrar pretextos para desechar relaciones duraderas. Una vez convencidos, cada uno sale al mundo para tomar sólo decisiones trascendentes. En el caso de Costanza, decide comprometerse con Susan, exnovia a la que creyó haber convertido al lesbianismo. Jerry, por otro lado, llega a su departamento, quien en medio del frenesí de su nuevo plan de vida, le cuenta a Kramer que quiere cambiar su vida. Su vecino gorrón le dará un mejor consejo:

 

Cuando se trata de un cliente/consumidor indeciso, todo está en la forma en que se lo presentas, esté argumentado sólidamente o no. ¿Quién más contundente que Kramer?

 

Por éstas, y otras cosas, queremos tanto a Seinfeld.

*cue to Seinfeld theme*

Abril Ambriz Posas

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7 mayo, 2015 - No Comments!

Se parece tanto al amor | ¿¡Cómo que no todo se arregla con cerveza gratis!?

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"To alcohol: the cause, and solution, to all of life's problems." -Homer Simpson.

¡Lo sé! Ni yo puedo creer esa afirmación. Aun así, allá voy.

El viernes de la semana pasada, los habitantes de Jalisco nos despertamos con noticias de camiones en llamas en diferentes puntos de Guadalajara, Puerto Vallarta, Ciudad Guzmán, Atoyac, Autlán y otras localidades. A medida que avanzaba el día, nos llegaron los ecos de hechos parecidos en Michoacán, Nayarit y Guanajuato. "Alguien está enviando un mensaje", fue lo que, al menos yo, pensé en los primeros minutos, y después tuve que admitir que no era sólo para llamar la atención de nuestro gobierno, la cosa se convirtió en una amenaza para la población luego de que carreteras fueran bloqueadas y cientos de familias o se vieron imposibilitados para continuar su camino, o lo aplazaron varias horas en medio de la incertidumbre.

Pero esta entrada no es para hablar acerca de la noción de que el narco se organiza mejor que el gobierno, INCLUSO EN DÍA FESTIVO, afirmación suficiente para privar del sueño a cualquiera. No. Es para hablar de cómo una marca, por un descuido, tuvo que reaccionar para compensar un tuit poco sensato.

Una vez que el HT #narcobloqueos se hizo trend topic, y que los chistes al respecto comenzaron a proliferar, hubo algunas marcas o negocios que aprovecharon su impacto para ganarse seguidores. Todos los ejemplos fueron más bien lamentables --me viene a la memoria un screencap de un reparador de teléfonos que decía algo así como "¿Te narcobloquearon tu teléfono?", junto a la foto de un iPhone chamuscado--, aunque fue uno el que nos forzó a reaccionar con un masivo facepalm. Antes de continuar, pongamos algo en claro: los CM son gente, como cualquiera de nosotros. Y aunque haya quien los demerite --"Yo sí estudié", dicen los soberbios--, es una chamba que requiere de mucha atención. El desastre puede estar al alcance de un botón mal presionado, o una palabra omitida. Así que cuando al CM de Cervecería Minerva se le fue una foto personal al perfil oficial de la marca, sus miles de seguidores lo notaron. Lo malo fue el contenido de éste, que no vamos a reproducir porque incluso esos tropezones merecen quedarse en el olvido, no así la lección que nos dejó a todos: si vas a burlarte de los narcobloqueos y a compararlos con el ideal paisaje de un campo de golf privado, al menos ten cuidado para que el tuit no afecte la imagen corporativa de tu empresa.

La reacción, por su puesto, no fue nada positiva. Hasta yo me burlé. Porque una cosa es querer pasarse por cómico y otra reírte de una ciudad sitiada mientras ocurren los hechos. Es lo que tienen las marcas: se deben a sus consumidores y, bien manejada, puede ser parte de la identidad de una comunidad. Es decir: la cervecería se llama en honor a la fuente más famosa de Guadalajara (es la imagen oficial de todas las postales que ya nadie compra), y se ha esforzado por hacer mancuerna con otros emprendedores de la cuidad. Es una de las razones por las que no se toman a la ligera estos errores. Y es algo que demostró Minerva. Primero, atendieron de inmediato la llamada de atención de sus seguidores y colados, borrando el tuit y ofreciendo una disculpa. Después, intentaron reparar el daño regalando cerveza en un establecimiento de Chapultepec, alegando solidaridad y ánimo de alentar a la gente para que no se acuartelara en sus casas. Al fin y al cabo, fue el crimen organizado el que nos quiso dictar cómo vivir ese día. Quizá fue mejor que un "peldón, la cagué", mas no suficiente. Sin embargo, ahí no quedó la cosa. Me dicen --no me consta-- que fue el dueño de la cervecera quien creó #recuperemosGDL --¿y el resto del estado, del país, por qué no se incluyen también?-- y, tal vez no con el mismo clamor que con el dedazo de minutos antes, la gente lo adoptó. Minerva puede presumir, si quiere claro está, que estuvo en los medios de comunicación por dos razones muy distintas: primero, por el tuit infame, después por tratar de levantar la moral a los habitantes.

Lo sé. No es lo más noble del mundo, porque Minerva no lo habría hecho si no hubiera reparación de por medio. Pero, definitivamente, muestra lo que, en general, cualquier marca puede hacer en momentos de crisis. Hablo de crisis en un sitio, no en redes sociales. Al final de cuentas, de eso se trata: tu marca o servicio no se puede colgar de un tema así, a menos que hagas la diferencia o aportes algo a las personas. De otra manera, no es más que oportunismo, y no muy fino. Igualito que en el amor.

¿Te sabes otro caso memorable que sea, más que un error, ejemplo de cómo salir del agua, como lo buscó Minerva? Compártenos la que tengas más cerca de la memoria en los comentarios.

Abril Ambriz Posas

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PD: Eso sí, este mes es mi cumpleaños. Y, a riesgo de que no funcione, nada pierdo: sí acepto regalos de cerveza 😀

4 marzo, 2015 - No Comments!

Se parece tanto al amor

Lo que la ficción nos habla de nuestro trabajo

Dicen que cuando te sumerges en un tema, comienzas a verlo en todos lados. Es por eso que una adolescente obsesión amorosa te hace pensar que lo que te rodea te dice que debes tatuarte su nombre en un brazo; o que hay más perros sin correa que ciclistas con casco (los reto: hagan la cuenta).

Sin embargo, hay señales muy claras cuando abres un libro o ves una película: dentro de la trama hay muy buenas lecciones sobre cómo dar buena atención inbound y cómo se deben manejar las redes sociales para promocionar un negocio. Esta no es la primera, ni la última vez, en que alguien usará un texto culturtal -entiéndase todo lo producido como expresión y difusión de cultura: canción, pintura, película, libro, etcétera- para hablar  de los buenos ejemplos que se pueden convertir en material para manuales. Yorokobu lo hace cada vez que puede. Pongo mi granito de arena porque este fin de semana me sentí un poco iluminada cuando vi Chef y recordé la historia de Atención al cliente. La cosa la contaré más o menos así:

Inbound y offline, o por qué la venta es apenas el principio de todo

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Benoît Duteurtre cuenta la historia de un periodista free-lance que no es parte de la generación que sabe cómo usar las redes sociales, pero todavía no es un abuelo que abre su perfil de Facebook. Es más: ni siquiera Facebook existe cuando esta novela es editada por Funambulista; ni Twitter, ni Instagram ni las otras que los millenials exprimen como niño bien con herencia jugosa. Atención al cliente es la desventura de un cuarentón que intenta resolver un problema con su celular -lo perdió en un taxi justo cuando había renovado su contrato- y entiende todo eso que tiene de kafkiano la burocracia de una empresa de servicios de telefonía e Internet. No quiero decir que Atención al cliente es El Proceso del siglo XXI, pero sí comparte con su predecesora el absurdo, gracias al intercambio de correos sin sentido en busca de mejora de servicio, cartas de cancelación y llamadas que serán transferidas hasta el infierno, jamás atendidas.

Claro, es un texto gracioso, sin embargo, todos nos identificaremos con la miseria de este clasemediero, que a pesar de que no perderá su vida ni su identidad por querer exigir el servicio que está pagando, deja en claro que la verdadera misión de toda empresa no es mejorar la calidad de vida, más que la de sus dueños.

En medio de la rabieta, el periodista se da cuenta de que la caída del muro de Berlín y la victoria del capitalismo sobre el comunismo consistió, no en unificar Europa, sino en fusionar ambas doctrinas en una: la gente tiene la libertad de comprar lo que le plazca, pero para todo tendrá que hacer filas. Fila para pagar la cuenta en el banco, fila para pagar su recibo de celular, fila para comprar un boleto de avión, fila para dar mucho dinero por un servicio que le entregarán a medias, pues una vez firmado el contrato o hecho el intercambio de dinero, a una compañía se le olvida darle seguimiento a sus clientes.

Eso que llaman inbound se trata de eso: si una aseguradora vende una póliza, no esperará a que el cliente tenga un siniestro para revisar que todo esté en orden. Mejor aún, se esforzará por conocer los comentarios que sus asegurados tienen de sus productos. Esperar a que se quejen en redes sociales para resolver dudas, es también permitir que un problema se haga más molesto, por muy pequeño o, incluso, lo equivocado que esté el “quejoso”.

Pienso que si no estás listo para dar un buen servicio inbound y offline -personal capacitado, canales de comunicación que podrán resolver dudas, producto de calidad, entre otros-, entonces no puedes esperar que todo se resuelva con un correo electrónico o un reply en Twitter. Antes de salir al mundo a vender algo, habría que pensar si además de un buen producto, eres capaz de darle el seguimiento que tus clientes merecen.

Las calamidades que le suceden al personaje de Atención al cliente son los ejemplos clásicos a los que todo consumidor se enfrentará: una línea telefónica saturada, respuestas evasivas, promesas al aire, que ignoren sus peticiones.  

Hay directivos que se asustan cuando revisan el muro de Facebook de su compañía, y lo primero que piensan es desaparecer del ciberespacio y olvidarse de ese aspecto, en lugar de leer las primeras tres publicaciones de sus clientes para darse cuenta de que lo que molesta es la atención offline. El director tal vez debería pensar: “Si no doy buen servicio, la calidad de mi producto pierde su fuerza”. Si quieres aplicar la estrategia del Soup Nazi, recuerda que ni siquiera sus deliciosos brebajes lo salvaron de la perdición. “Next!”

[youtube https://www.youtube.com/watch?v=OOIGCyAR-0w]

Las redes sociales pueden ser tu destrucción y tu mejor aliado: Chef

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John Favreau es el menos dañado de Very bad things y fue novio de Mónica en Friends, pero también es director de cintas de acción (Iron Man y Iron Man 2) y un foodie de hueso colorado. Por eso en Chef, la película que estrenó el año pasado, cuenta con Sofia Vergara, Robert Downey Junior, John Leguizamo, Dustin Hoffman y Scarlett Johansson (hace mucho que no la veía tan guapa, ustedes disculpen): un cast divertido, cool y con talento.

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Comer es sexy

Favreau es también el protagonista, un chef que está frustrado en la cocina de un restaurante de Los Ángeles porque no le dan libertad creativa para no sacrificar a la clientela. Antes conocido como una joven promesa, ahora no tan joven se enfrenta a uno de los bloggeros más reconocidos del mundo culinario: un crítico despiadado que no teme decir lo que piensa cuando prueba los platillos del chef y no le gustan. Su reseña en línea es inmisericorde, y al poco tiempo todos hablan del cocinero en Twitter, aunque él todavía no tiene una cuenta.

Su hijo, un niño de 10 años de esos que ya saben cómo se usa todo con la misma naturalidad con la que te puedes subir a cualquier tipo de bicicleta una vez que aprendes con la tuya, le crea su cuenta en Twitter y lee todo lo que tienen qué decir de él. Al ver todo el alboroto, envía un tuit al crítico que piensa es privado. Error de principiante que paga con cientos de retuits y una pelea en menos de 140 caracteres que se traduce en otra visita del crítico, otro impedimento para que el chef cocine algo más arriesgado y el inminente encontronazo entre ambos personajes.

Cuando el cocinero le reclama al crítico la manera en que descalifica el trabajo de otros, tiene algo de razón. Lo que ve sobre la mesa es el trabajo de horas de un estaf dedicado a dar lo mejor que tiene. Y él simplemente lo descarta porque lo único que tuvo que hacer fue sentarse ahí. Ni siquiera lo está pagando, pues el dueño del restaurante le regala también una botella de vino con tal de tenerlo contento. Me recuerda a los tuitstars y lo que creen merecer sólo porque tienen miles de seguidores -por decir chistes de tetas o hablar mal de Enrique Peña Nieto. ¿Hay algo más fácil en este mundo que ganarse la simpatía de muchos por hablar mierda del que todos hablan mierda?-. Ángel Buendía tiene una buena reflexión al respecto.

Regreso al camino: alguien graba los reclamos del chef, los sube a YouTube y la fama llega, quizá no de la mejor manera. Para entonces, él ya renunció a su trabajo y quiere empezar de nuevo, y lo hará con un foodtruck.

Aquí el genio no es el cocinero que regresa a sus raíces cubanas y prepara los sándwiches más grasosos y más deliciosos -o al menos así se ven- del mundo en un camión que recorre Estados Unidos de costa a costa, ni la publicista que le sugiere explotar los miles de seguidores que ya tiene para anunciar marcas. El verdadero héroe es el hijo del cocinero, quien se encarga de manejar las redes sociales de su padre (léase: Twitter) y le ayuda a incursionar en Vine.

Y he aquí la gran lección: ya que la primera prueba de El Jefe -así se llama el foodtruck del protagonista- está en el camino, Twitter funciona de manera ideal para informar a sus seguidores acerca de su localización, nuevos platillos y siguiente destino. A través de esa plataforma el chef se convierte en trend topic y gana, todavía, más notoriedad. Eso, y los videos de 6 segundos que hace su hijo, ayudan a que cuando regrese a Los Ángeles, no tenga que buscar clientes, sino que ellos ya los estén esperando.

Para este negocio -El Jefe-, Twitter y Vine fueron los ideales. No tenía blog, no se habla de Facebook, Instagram ni Snapchat. Y no los necesita. Por supuesto, para englobar lo ideal de un negocio, servicio o empresa que se anuncia en redes sociales, la comida del cocinero tiene éxito porque, admitiendo que el momento cuando comienza su nuevo proyecto es ideal por la atención que goza, no sólo tuvo un buen equipo de estrategia digital -su hijo- o un buen equipo de atención al cliente -uno de sus compañeros del restaurante y su ex esposa-, su producto era digno de toda la promoción gratis que se le hizo, y de la misma manera que sus compradores agradecían la comida, recibían el feed de fotos, videos y actualizaciones de estado que mostraron los momentos íntimos, de creación y pura diversión de todos detrás del caminón de El Jefe.

Así debería funcionar.

Sin embargo, muchos conocemos los “pero…” de estas historias.

Por ejemplo:  hay quien todavía ve las las redes sociales como “publicidad gratis” -de gratis no tienen nada, grábenselo- y las operan con la misma lógica que un póster que sólo anuncia, no propone y tampoco invita a nada.  ¿Cuántos conocemos que han dicho “Mi estrategia, este año, será brindar un buen servicio, no hacer tantas campañas para aumentar mis ventas”? ¿Cuántas veces un cliente le dirá a su community manager “Haz un post del vestido ese de los dos colores, para que nos vean”, aunque se trate de una marca de crema contra hongos en la piel? Y, hablando de ejemplos más cercanos, ¿cuántos no demeritan el trabajo de un “simple” community manager -“Yo sí estudié”, dicen ufanos, porque eso es lo que vale en la gente y nada más, los estudios, villanos- cuando es este personaje el que puede dar o despojar todo valor a tu presencia en redes y después a tu marca por no atender las interacciones de manera correcta?

¿Conclusiones? Tanto en Atención al cliente como en Chef conocemos un poco del lado B. No todas las quejas son legítimas, no todos los precios son injustos, no todos los clientes tienen la razón. Se debería encontrar la manera de hacerlo evidente y admitir que, aunque marcas, detrás de todo hay lo mismo que al frente: personas.  Y por otro lado, si el cocinero hubiera tenido una cocina sucia, o servido sándwiches con cabellos, la gente se lo hubiera recriminado con todo el derecho.

Recordemos que una marca o empresa se debe a sus clientes. El compromiso con ellos debe trascender a la venta, ya no hay espacio para aquellos que miran con soberbia y condescendencia a sus compradores mientras le entregan un papelito para que esperen su turno. Así como todos somos peatones en algún momento del día, también somos consumidores. No olvidemos eso. Al final, es la misma filosofía para todo: hazle a los demás lo que quieras que te hagan. Y por eso, se parece tanto al amor.

Seguro ustedes tienen más asegunes para contar. ¿Se animan a compartirlos?

Abril Ambriz

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12 noviembre, 2014 - No Comments!

Se parece tanto al amor

Letras Hispánicas & advertising

Cuando me dieron una beca (oquei, la ÚNICA beca que me han dado) para escribir, uno de mis compañeros me contó que alguna vez trabajó en publicidad. En esa época, a mis 21 años, muchas cosas me rebasaban (la vida entera, por ejemplo),  y no me puse a meditar sobre el trabajo que podría hacer alguien para vender una lavadora, sobre todo si en sus conversaciones cotidianas me ha contado, de vez en vez, que encontró jacarandas en el metro del DF.

Hoy no veo jacarandas en el metro. Todos sabemos que Guadalajara las siembra, por fortuna, en sus avenidas principales y calles aledañas. Pero sí trabajo en publicidad y, durante un par de meses, me puse a pensar muy seriamente qué podría hacer un egresado de letras hispánicas (aka literatura en español) en un medio donde, dios no lo permita, jamás se usa el español para hablar de elementos de su profesión. 

La primera vez que escuché hablar de branding, engagement, call to action, render, y otros, me imaginé al maestro de filología, Joaquín (q.e.p.d.), mirándome con desaprobación: “¿Para eso estudiaste las glosas, palimpsestos y las fricativas? ¿Para hablar como pocho?” Pero ese miedo se ha ido desapareciendo poco a poco, porque gracias a la gente con la que trabajo ahora, recuerdo que nosotros mismos somos los que nos excluimos de otros círculos.

Por un lado, los que estudiamos letras (o filosofía, o historia, o arte. Excepto los de geografía: esos sí no tienen remedio) nos abrumamos por encontrar una respuesta satisfactoria a la pregunta de “¿Qué vas a hacer cuando termines la carrera?” Y nos sentimos tan limitados, que, cuando llega el momento de cursar el semestre final, el ataque de pánico nos quita el sueño y fantaseamos con las pocas opciones, como bien lo ilustra Eduardo Huchín.

Al final, son pánicos normales. De esos que te hacen madurar un poco, que te hacen más fuerte, que se te olvidan, que te dan risa, que no siempre son así de positivos pero hay que decirlo porque de lugares comunes estamos hechos.

Será que hay que admitir que Aarón Benítez tiene razón, y eso de pensar que porque se eligió una carrera entonces no hay más carriles en la autopista, es sólo un demonio que hay que quitarnos de la espalda.

Y entonces, ¿qué hace una egresada de letras en YuJo!? No sólo reviso ortografía, también ayudo a crear slogans, apellidos, copys (¿vieron qué bien domino el inglés publicitario?); redacto conceptos rectores, presentaciones de naming; le mando correos a clientes que insisten en corregirme la ortografía, pero no saben distinguir entre porque, por qué y porqué -lo peor es que a veces tienen razón. Pero pocas-; hago reportes de comportamiento de social media mensuales y Keynote me acompaña más que el procesador de textos; hago creatividad para postales, y, poco a poco, reconozco que cuando se tienen compañeros que logran explotar lo que uno sabe hacer y te dan oportunidad de probar cosas nuevas, la etiqueta de “licenciado en letras” sólo sirve para que aquellos que tienen el horizonte más angosto, que todavía piensan que la Tierra es tan plana como su frente.

Ah, y también corrijo los correos de mis compañeros.

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Dramas de la vida real, en mi Moleskine

Abril Ambriz Posas

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30 julio, 2014 - No Comments!

Se parece tanto al amor

Podría comenzar esta entrada, la primera que escribo para el blog de YuJo!, desde muchos años atrás, cuando pensaba cómo sería la universidad. Pero no se trata de aburrir a nadie.

Me concentro en el instante en que empecé a trabajar en publicidad, hace  casi año y medio.

Gracias a YuJo! supe que  el entorno no tenía nada de Mad Men. Y a la vez sí.

Elaboro:

Las situaciones extremas, en las que hay alcohol, chistes a media noche, carga de batería con comida chatarra, lluvias de ideas que terminan de madrugada y rompen a más de uno, los viajes en bola a una cabaña para trabajar y beber el ocasional jerez, partidos de futbolito, las ganas de querer sacarse las entrañas sólo para patearse el propio hígado de desesperación y semanas enteras de horas extra sí son reales. Y aunque quizá muchas de estas escenas no sucedieron en los 6 años de la serie de AMC, habría sacrificado alguna, tal vez, por tener los vestidos de Joan, las cigarreras de Birdy o la presencia de Don Drapper.

Las expectativas que uno se crea son así de ingenuas y facilonas: las tomamos de la tele, los conteos de Buzfeed y las historias autorizadas de las agencias, una vez limpiada la sangre, las rencillas internas y los platos rotos: divertidísimo, de ensueño.

NO ME MALENTIENDA

No me estoy quejando. Sólo acepto que pensé que la creatividad eran más sustancias ilegales que trabajo duro. ¿Quién iba a decir que hacer algo que vale la pena tomaría algo más que dos shots de whisky y tres torneos relámpago de futbolito?

Una llega con la idea de que el trabajo en la publicidad es puro reventón, que los clientes son súper facilitos y que a la primera lograrás dar en el clavo.

"Espere, señor cliente que me paga el sueldo señor, ¿cómo que no le gustó mi idea? Si mi papá siempre ha dicho que soy súper…"

Oh, la decepción.

Se parece tanto al amor.

A veces me dan ganas de gritar “¡Estoy en la publicidad, apá, y estoy aprendiendo cosas que no sabía que importaban!”

¿Y saben qué?

Está bien pinche padre.

Abril (Ambriz) Posas

En la imagen: una actriz que interpreta un personaje al que no me parezco en nada. 

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