All Posts in se parece tanto al amor

15 agosto, 2018 - No Comments!

Se parece tanto al amor | Un diseñito

Estaba pensando, primita, ¿por qué no te armas un diseñito acá, mamador, para mi marca? Se me ocurría que podíamos armar un logo tan pegador como el de Coca-Cola, o el de Apple, ¡o del Pollo Pepe! ¿Quién no reconoce ese pinche pollote donde lo ve? Con sus tirantes y su melena. ¿Tú crees que tiene problemas para mantenerla? A mí me da miedo, porque en mi familia hay vario calvo, ya lo has visto, y, no mames, ya la siento cerca. También mis tías del otro lado, hay como dos o tres que ya se les ve el coco si les cae la luz directito desde arriba, por eso siempre llevan sombreros si hay sol. Según ellas por elegantes, pero nel, ya me las caché. ¿A ti no se te cae mucho el pelo? A ver. Se ve que tienes un chingo, al menos no vas a sufrir de eso, que me imagino que es lo peor que le puede pasar a una mujer, ¿verdad? Perder el pelo. O subir de peso cuando se embarazan y no recuperar la figura. ¿No? Ahm, bueno, mejor seguimos con lo del proyecto que te quería contar. Tú que estás en creatividad y el diseño y las redes, hay que armar algo perrón para que se vuelva un cotorreo viral, ¿no? Como los anuncios de Tecate con el Rocky, hasta mi jefe se sabe la frase esa de “Ocupas más bax”, ¿o cómo era? Jaja, la he aplicado varias veces y eso que la Tecate me caga, yo tomo pura Indio o importada, de esas que cuestan de 60 pesos o más. Qué bueno que tenemos más cultura cervecera, la nexpa. Entonces, hay que armar primero un logo chido, y luego un video viral, que salga por todos lados, hasta en los guatsaps de las tías, que manden a la fregada sus piolines y mejor usen nuestro video. Quiero que con tu creatividad hagas a mi marca lo que Netflix le hizo a Luis Miguel. ¿Te acuerdas que ya nadie lo pelaba y era una pinche broma? ¡Nos la pitorreábamos con sus canciones en las bodas! ¿Te acuerdas? En la de mi prima la Lucy, jaja, qué pendejada de marido se agarró. En fin, hay que convertir a mi marca en la Luis Mi de los spinners, no los dejemos morir. Yo les tengo mucha fe, la verdad, me ayudaron cuando más lo necesitaba y no sólo para el estrés, ¿eh? ¿Qué dices, cómo empezamos, qué necesitas? A ver, aviéntate un bocetito en la servilleta nomás para arrancar con ideas. Mira, pérate, yo empiezo. Haz cuenta que primero así, ¿no? Luego, aylacagué, así, y así con el piquito para afuera, pero mirando para el otro lado, porque ahí va el dedo. ¿A qué se te figura? ¿Cuánto crees que cueste traernos a alguien como el Rocky? Bueno, al Rocky no, porque ha de estar muy caro, con eso de que le regresó la fama con Tecate, pues no, verdad, tienes razón. El otro día escuché en la radio lo de los que influencian, ¿cómo les dicen? Ei, esos, “influnencers”, que no cobran tan caro y tienen muchos seguidores, sobre todo milenials, porque esos son los que rifan ahora, ¿no? Son los que tienen todo el varo, que le metieron a bitcoin o esa madre, y son millonarios jóvenes, de ahí que se llamen milenials. Pos eso, entonces podemos contactar a unos influsters y ya de ahí vamos… ¿cómo? Bueno, pero los escogemos bien, ¿no? Los chocolates, ajá. Sí, no, no estuvo chido, pero mira, la neta, la neta, seamos honestos: estás hablando de ellos, ¿ah, verdad? Entonces no estuvo taaaan mal, cualquier publicidad es buena publicidad, no mames, antes, ¿dónde estaba? Además, ya con todo eso de ser correctamente político, pues ya todo les duele, la nexpa, ya quisiera yo que me regalaran de esos Jershis caros, no mames, no tendría que andar gastando para pedirle perdón a mi morra cuando se me sale un chascarrillo. Ya ni aguantan nada las morras, ¿eh? ¿Qué les pasó? ¡Hasta tú, mija! Te me pones como pantera y feminazi y defensora y nomás incomodando a mi mamá durante las comidas, tsss. Ya, pues, no te enojes. La neta ya, antes de seguir con la lluvia de ideas —que está quedando pocamadre, guau— te quería decir que, pues somos primos y ambos sabemos que no venimos de una familia muy adinerada. O sea, sí me está yendo bien, pero tengo que pagar la manutención atrasada de Manuelito y la culera de mi ex no se anda con pendejadas. Si así hubiera sido de movida cuando estuvimos juntos… pero en fin, nomás cuando les conviene, ¿verdad? ¡Uy, qué carita, prima! El caso es que, mira, échame la mano y yo te ayudo. Si queda perrón esto, que seguro así será, yo te recomiendo con mis compas de lana y, mira, Manuelito está en escuela pepona, puro pinchi político pesudo ahí, yo les mando tu contacto y te forras en menos de lo que canta un gallo. ¿Estamos? Necesito el logo mañana y el video, no te preocupes, no hay prisa, puede quedar para el lunes, pero nada más me dices cuál influenza va a quedar para aprobarlo, porque no quiero gordas, ni negros, ni señoras, ni arrugas, ni chinos, ni embarazadas, ni gente con manchas, ni rucos; pura morra joven, moderna, con buen gusto para vestirse y unos batillos ahí, mamadillos, camisita polo, pantaloncitos de jípster, en fin, que hagan ruido. A la leidi esa, ¿caballeriza?, ¿cómo era? Tú sabes, ¿no? Ya se me hizo tarde, primita. Muchas gracias por venir, ahí te dejo lo que me comí y para la propina y aguas con la lluvia porque ya está tronando durísimo y acá se inunda cabrón como para andar en bicicleta. Saludos a mi tío y mis primos, ¡mua! ¿Cuándo te casas, pues? Ya te nos estás quedando. ¡Ah, qué te la crees! Jajaja. Imaginemos cosas chingonas. Te escribo al rato.

 

Abril Ambriz Posas

Twitter: @ladyprovolone

Instagram: @ladyprovolone

9 mayo, 2018 - No Comments!

Se parece tanto al amor | Be kind, rewind

Quizá la culpa de todo la tienen nuestros padres. Me refiero a esa angustia que tenemos ahora, adultos y medio autosuficientes, cuando la infelicidad se nos aparece en pequeñas dosis. O de pronto como una cubetada de agua caliente que deja una ampolla que reventamos, frotamos y rascamos hasta dejar una cicatriz indeleble. “Mira, esta infelicidad me acompaña desde hace meses”, le compartimos a un amigo cuando por fin podemos tomarnos una cerveza lejos del caldo hirviendo que nos cayó sin previo aviso. Digo que tal vez es culpa de los padres, porque ellos se esfuerzan tanto en construir esta mentira alrededor nuestro, sólo para después abrirnos la puerta y tranquilizarse la conciencia al decir “llévate un suéter”, como si eso fuera suficiente si llueven cántaros de humillaciones, o si nos estrellamos contra un camión de ruta que no frenó cuando le pedimos la parada. No sé por qué, pero preferimos siempre la imagen de los progenitores o tutores esponjosos, que todo lo perfuman con mantequilla, canela y azúcar, para que el hedor de la mierda de la suela de nuestros zapatos no nos llegue. Y no es que sean malvados, es que también son cómodos. De alguna manera parece más sencillo taparle los ojos a la bendición o montar un teatro tamaño Goodbye, Lenin! con tal de no tartamudear ante las preguntas difíciles, esas que todavía no nos podemos responder solitos porque mamá nos dijo que un matrimonio gay “no es natural”.

Entonces, aquí estamos, culpando a los que vinieron antes y decidieron no explicarnos que la vida es un fracaso tras otro hasta que empiezas a desear que Flanders se muera. Sin embargo, el ser humano es una plaga que se niega a desaparecer así nomás. Yo creo que es mera inercia, la maldita entropía dándole a todo lo que puede, pero en el fondo me he descubierto abrumada por oleadas de helado optimismo, de ese que te obliga a moverte hacia adelante entre risas incómodas y un ligero calor en la espina dorsal. Hay momentos buenos y malos, incluso cuando todo parece estar nadando entre ríos de mierda. O en botes colmados de ácido.

Desde lo más insignificante hasta lo más devastador, todos hemos tenido oportunidad de estar dentro, junto, lejos, pero siempre presentes en lo bueno que resalta en todo lo horrible que nos va desgastando. Y es que cuando llegas a la edad en que no es necesario que te expliquen todas las referencias de Los Simpsons —sólo quiero decir que ya eres adulto, no que conoces todos los intertextos. Ni siquiera tu amigo el mamón se las sabe todas, que no chingue— aprendes que no se trata de ser feliz todo el tiempo, sino sólo menos miserable. Así que agradeces lo simple que te da un respiro. A lo más pequeño que te regaló una sonrisa que no se te borró en 12 horas, o hasta que viste las noticias. Olvídense de los restaurantes caros, los viajes exóticos, los tenis importados, las medallas ganadas, la mezquina victoria sobre el CM de una cuenta de atención al que no podrías valerle más verga.

No existe la felicidad perfecta, ¿cierto?: ni en lo romántico, ni en lo filial, ni con las mascotas, ni con el trabajo. La diversión no dura por siempre, y hay que aprender a acostumbrar la vista al nuevo ambiente. Como cuando entras a tu casa después de unas horas bajo el sol de mayo, hijodesuputamadre, y no ves nada porque tus pupilas deben adaptarse poco a poco. Todos quieren al nuevo bebé, hasta que aprende el poder de sus pulmones y mantiene despiertos a todos los no-sordos, cinco kilómetros a la redonda.

Y aquí es donde viene la confesión que quería hacer. He encontrado un ritual brevísimo que me ayuda a no tomar un bat y romper la ventana más cercana: le doy al botón de rewind de mi cabeza, me pongo a buscar un pequeño gesto y lo reproduzco para sentir de nuevo el agua helada que hace que me mueva.

Cuando Marco maúlla en la madrugada, recuerdo los domingos de arrumacos con él y Polo, echados en la cama mientras yo leo, veo una película o duermo junto a ellos como si nada horrible pudiera pasarnos.

Cuando el 640 está atascado y va a 10 kilómetros por hora mientras la temperatura en el interior es de 50 grados centígrados, reproduzco todas las ocasiones en que pude viajar con la mirada perdida en el paisaje, audífonos bien abrazados a mis oídos, sin imaginar mi muerte violenta bajo las llantas del camión que se me echa encima cuando voy en la bicicleta.

Cuando escucho los gritos de mi vecina que interrumpen el silencio que por fin llegó (Marquito ya no maúlla, está jugando con una bola de lana), agradezco que haya estado conmigo cuando apareció un alacrán marca diablo y me ayudara a matarlo entre gritos de señora y brinquitos de pulga.

Cuando voy a una marcha a gritar consignas de hartazgo, y el camino es una línea recta de asfalto ardiendo que parece no tener fin, me recargo de energía al encontrarme a una ex compañera de la universidad, a una de las mejores jefas —y personas— que conozco, o un grupo de músicos que llevaron sus instrumentos para acompañar más fuerte; familias completas, con niños y adultos mayores que también saben que el recorrido no es sencillo.

Y si en el trabajo no funcionan las cosas y la moral está baja, me vuelvo a contar las historias que me gusta contarme:

cuando Tito me regaló un paquetito de galletas de queso porque le dije que eran las que me compraba mi mamá cuando era niña;

cuando Yuca me topó en una tocada y al ver que mi tatuaje le daba nombre a la banda en el escenario me dijo que era como estar en un concierto de The Rolling Stones y encontrarse a Bob Dylan entre el público;

cualquier momento en que cualquiera de nosotras, las chicas, nos echamos porras en el chat;

cuando Aline encontró en cuestión de segundos el perfil de una persona que apareció en un chisme y queríamos ponerle cara al protagonista;

cuando David me mandó el primer mensaje matutino para que no olvidara el casco antes de ir en bici a la oficina;

cuando Joel me dio una botella de ginebra en Navidad;

cuando Gus me dio un abrazo en el Oso Negro…

De ese estilo, tengo algunos más a la mano que otros, pero siempre aparecen en grupo. Y hasta ahora, son infalibles.

No sé si este juego de rebobinar sea a prueba del tiempo o de cualquier circunstancia. Al fin y al cabo, las cintas magnéticas se rompen, los recuerdos cambian de significado y, vaya, el tiempo lo destruye todo; además, dentro de lo que cabe, mis problemas no son los de otra gente que tiene que agarrarse de más asideros para no caerse.

Pero mientras funcione, lo seguiré aplicando porque nuestros padres no nos enseñaron otra cosa y creo que a veces no sé cómo dar otro paso si insisten en salpicarnos de ácido. Me gusta pensar que —así como lo han hecho mis compañeros de YuJo!, mi papá y mis carnales, mis amigos, algunos extraños y los gatitos que me encuentro en la calle—, quizá, le puedo dar un pequeño salvavidas a otros que tengo cerca o que tienen que toparse conmigo en el camino.

Si podemos evitar ir por la vida rompiendo ventanas, hagámoslo. (Aunque todos sabemos que hay un límite y ese se cruza con bat en mano).

Sean amables, rebobinen.

Abril Ambriz Posas

IG: @ladyprovolone

Twitter: @ladyprovolone

13 diciembre, 2017 - No Comments!

Se parece tanto al amor | Forget the song

Además de una película o un libro, la distancia más corta a una persona es una canción. Somos torpes cuando estamos junto a alguien que nos importa, así que no es sencillo poner en palabras propias lo que pensamos o sentimos cuando se nos acercan. Y sin embargo, quisiéramos hacerlo. Para eso está la música que alguien más virtuoso, sensible, creativo, quizá sin dinero o con un corazón-duro-como-la-piedra-pero-con-el -talento-para-escribir-algo-pegajoso, nos dejó para escuchar una y otra vez.

Dedicar canciones puede ser tan cursi o tan ardido como la ocasión nos empuje. También puede ser un ejercicio de comedia o un intento memorioso: reproducir una melodía que nos transporte a otro momento en donde, como en país extranjero, todos éramos alguien distinto a lo que somos ahora. A veces parece hasta un acto de traición, si nos ponemos exigentes. Cuando nos enamoramos por décima vez en el año, a pesar de que creíamos que no nos pasaría de nuevo (siempre hay alguien más, un trabajo más, otra casa, otra ciudad... pero se nos olvida muy fácil), dudamos porque, ¿cuántas veces hemos dedicado "Lovesong" de The Cure? O, tal vez, sabemos que si alguien más nos dice que esa rolita de Caifanes nos transporta a su mente, es porque así le ha ocurrido con las últimas siete personas especiales en su vida.

 

Paréntesis.

 

He caído en ese bache, lo admito. Eso sí: "Little person" la he dedicado una sola vez, y sanseacabó, no importa lo que pase de ahora en adelante.

 

 

Fin del paréntesis.

 

Con el tiempo he aprendido que no hay tiempo para escuchar todas las canciones, y que a pesar de nosotros mismos, el repertorio significativo, de esas que sí nos aprendemos y podemos cantar en los conciertos sin equivocarnos, se acorta: 35 años en este mundo y, si acaso, 100 canciones me acompañan y, de esas, 20 me evocan algo o quiero que le evoquen algo a otro ser humano.

¿Por qué cuento todo esto? Porque hace rato se me metió en la cabeza que el tiempo sí destruye todo. El chiste para perdonar no es superar un daño, sino que se deslave tanto que hasta lo olvidemos. ¿Cuándo supe que había superado al ex del diablo, ése que se convirtió en el estándar de todo lo que no debo permitir que me haga otro "ser humano"? Al darme cuenta de que olvidé su cumpleaños, que sucede siete días antes del mío, y cuando pude escuchar "Apples" sin derramar una sola lágrima.

 

 

 

En realidad, no podía sentarme a disfrutar Efterklang sin acordarme del amargo trago. ¡Pero ya no! Milan Kundera puso a una de sus protagonistas en La inmortalidad a escuchar, una y otra vez, la canción que le recordaba a su padre fallecido, para así no llorar en el funeral cuando la tocaran. Para mí, eso es tortura, porque no creo en las curas exprés. Siempre el paso de los años se encarga de hacer más porosa la memoria. Incluso, puedo encontrarme con gente que odiaba con odio jarocho hace años, y experimentar gusto de que no estén en el fondo de una trinchera. ¿Sí saben cómo?

Darme cuenta de que ya puedo cantar "Apples" sin el nudo en la garganta me regresó un poco de felicidad: ya no tengo playlists prohibidas. Todos crecemos, avanzamos en el camino, siempre hacia adelante, no hacia atrás. Arriba, no adelante, y siempre girando, girando hacia la libertad. Todo se supera, lo que no te mata te hace más fuerte. Et al.

Hasta que me sentí muy machita y busqué en Spotify una de las piezas que, la neta, sí me gustan de Coldplay: "The scientist". No me pregunten por qué, pero esa se convirtió en La Canción de la Muerte de mi Madre. A ella ni le gustaba esa banda, no la puse durante su enfermedad ni alguien me dijo que hablaba de ella. Ni siquiera pienso que hable de ella en particular. Fue una mujer mucho más inteligente y divertida que Chris Martin. Pero cuando tocaban esa rola en un bar hace 14 años (¡más de una década desde su partida! ALV) las lágrimas se portaban como un montón de gorrones exigiendo sus artículos gratis en un evento político y debía abandonar el recinto o encerrarme en el baño a berrear diez minutos, lo que fuera más digno según las posibilidades.

"Ya son 14 años ", pensé. Ya estoy más cerca de cumplir 40 que de tener la edad cuando la vi dar su último respiro (le grité "¡No!" sin darme cuenta, como si eso fuera a mantener su aliento dentro de ella, para que no se nos escapara. Ahora hago lo mismo cuando tiran un gol a mi portería en el futbolito y, sorprendentemente, sí funciona a veces. ¿Por qué la vida no es como el pinche futbolito?), así que claro que ya puedo escucharla. Entonces la añadí a una playlist colaborativa. Y le di al botoncito de play.

 

 

Oh, I'm going back to the start.

A la chingada.

No se supera nada, amigos. Las heridas no cierran, las ausencias sólo se hacen más grandes y llega un momento en que todos tenemos que aceptar que hay dolores que no podremos aliviar, ni con el gatito más esponjoso del mundo, no importa la voluntad o los obstáculos que nos den sabiduría en este amargo valle de lágrimas.

Ustedes escúchenla. La comparto sólo por pura cortesía, porque la mencioné y seguro alguno de ustedes, pubertos, ni saben de qué hablo, pero ni crean que la estoy escuchando. Está prohibida. Vetada. Tabú. Nel.

El tiempo es capaz de curar muchas cosas, sí, y también nos demuestra que tenemos derecho a respirar profundo, secarnos el llanto y darnos permiso de continuar con lo que nos queda de vida al decirnos "Forget the song".

 

 

 

Se parece tanto al amor, pues.

 

Abril Ambriz Posas

Twitter: @ladyprovolone

PD. Ya, en serio. Dejen de dedicar "Lovesong". De tanto hacerlo, ya perdió todo su significado, ¿no creen?

2 agosto, 2017 - No Comments!

Se parece tanto al amor | Ni la sombra de lo que era

Me caga el cotorreo del ejercicio.

Cada vez que me topo con una fotografía de un adicto al fitness me dan ganas de iniciar una marcha para cortar la libertad de expresión, y limitar el contenido relacionado con el gimnasio a dos fotos por mes. Los mantras que comparten con los check-in en redes sociales me suenan a salmos que le rinden honores a las repeticiones de pesas: "¡Con toda la actitud!" ¿Cuál pinche actitud? ¿Qué actitud se puede tener a las 6 de la mañana, o a las 8 de la noche, después de 12 horas de trabajo con el estrés de llegar a fin de mes? ¡Porque además cuesta!

Cuando encuentro un nuevo converso del ejercicio, decido ocultar sus notificaciones para evitar que mis ojos se queden atorados dentro de mi cabeza, no vaya a ser que los gire tan recio que ya no vuelvan a su posición original. Mientras, recuerdo cuando los veía en los bares, en los restaurantes comiendo con una gran sonrisa en el rostro. Ahora están sudorosos, perpetuamente enfundados en ropa de ejercicio y sin tiempo para compartir unas cervezas.

Pero entonces despierto un día, precisamente en mi cumpleaños 34, y la espalda baja decide que no me voy a mover en un buen rato. Que si la ciática, que la postura, el trabajo sedentario, el viaje en auto. Hasta el sobrepeso sacaron a flote (cuando a alguien no le gusta algo de ti, lo va a meter a la conversación aunque no venga al caso. Por ejemplo, yo casi uso un "¿No será que ese pantalón te salió defectuoso porque eres un machista de lo más imbécil del mundo?", pero me controlo), pero el diclofenaco no se raja y hasta pude bailar, Coronita en mano, un par de horas después. Sin embargo, y porque me echaron porras, conocí el entrenamiento funcional.

Ah, entrenamiento funcional: disfrazado de jueguito aunque cargado de disciplina que, a la fecha, me tiene haciendo berrinche cada tarde en que toca ir. Las primeras sesiones fueron una tortura dolorosa que me recordó que el ser humano es muy pendejo: damos dinero para hacer cosas que nos lastiman días después —o hasta gratis. ¿Recordaron a sus ex? Pues eso— con el aliciente de que el paso del tiempo reafirma esa máxima de que el cambio surge con la repetición. Yo ni músculo tenía en el antebrazo. Hoy empieza a asomarse, tímido como un conejo de pradera detrás de una piedra junto a la mesita del picnic. Ya no me desmayo a media sesión, puedo hacer más de una lagartija (con las piernas dobladas, pues), la espalda baja ya no da señales de chingarme la vida y he bajado un poco de peso sin necesidad de dieta. O sea, sí funciona y me caga que funcione, porque entonces entiendo el entusiasmo desmedido de una prima que se metió al crossfit y, algunos meses después, luce bikini diminuto espectacular y hace 22 lagartijas seguidas (con las piernas estiradas) con vestido y tacones. Es mi héroe, la verdad.

Me caga que me haga sentir tan bien, pero me cueste tanto trabajo. O que cuando decida no ir, me sienta culpable y me den ganas de disculparme con la de recepción, como si ella fuera la que diseña mi rutina y estuviera esperándome con anhelo rosasalvejero, asomada a la ventana.

Aquí estoy entonces. En este camino de altas y bajas, aprendiendo a querer mi cuerpo, entendiéndolo y sorprendiéndome de las cosas que, poco a poco, puedo hacer por la constancia, sorprendida porque, además, las exigencias físicas del entrenamiento funcional PORFIN me han disminuido la necesidad del cigarrillo. Es el colmo, totalmente. Si escucho reguetón en la ajena bocina de un extraño ya no me dan convulsiones, sino un incontrolable impulso de una sesión de burpees. ¿Quién iba a decirme que esos ritmos no me iban a poner cachonda mas sí deseosa de ejercicio? Hace un par de semanas me invitaron a una cata de café y cerveza. ¿Saben qué dije? Que no, porque el ejercicio. Como con Moby Dick: he decidido interrumpir la sesión de American Gods o la séptima vuelta a How I Met Your Mother con tal de avanzar y disfrutar las apariciones de Ahab, que el egoísta de Ismael raciona para mejor contarnos sobre las diferencias entre un cachalote y una ballena de Groelandia (culero).

Soy difícil de domar

Lo que quiero decir es que no soy ni la sombra de lo que era. Y todo gracias al ejercicio. Que me caga.

Abril Ambriz Posas

Twitter: @ladyprovolone

 

 

5 abril, 2017 - No Comments!

Se parece tanto al amor | La friendzone les hizo tanto daño

Entre la avalancha de opiniones y comentarios, especializados y de los que hacemos después de comer entre familia, que han empezado a acaparar la conversación en estos días sobre el caso de Tamara de Anda (por supuesto que saben de qué hablo), algunos definitivamente son más afortunados que otros. E independientemente de aquellos en los hay una falta de reflexión garrafal por parte de quienes se atreven a hacerlos en público, hay uno que me golpeó la memoria del mismo modo que una foto de la prepa me ha demostrado que no sólo la ropa que me encantaba en mi primera juventud está de vuelta, sino que entonces me quejaba de un sobrepeso nulo que por fin se materializó.

Hace 18 años también son hace 18 kilos, pero es tema para otra ocasión.

En esa época era la amiga «gordita» de una chica absolutamente hermosa. Junto a ella era imposible no sentirse un poco piltrafa, aunque de su parte nunca hubo esfuerzo alguno por menospreciar mis atributos físicos. Para eso estaban los demás y, claro, una misma —mi crítica más cruel fui yo, y jamás de manera constructiva. Maldita Abril Adolescente, qué bueno que ya te moriste—. Así que ahí estaba, la testigo en primera fila de los esfuerzos inútiles de un montón de atolondrados jovenzuelos que intentaron conquistar a mi amiga: pobres. Entre la marabunta estaba un tipo que, en retrospectiva tampoco entiendo por qué lo consideraba mi compa, suspiraba como un idiota por ella. Poseía el don de la palabra, le gustaba leer y me imagino que se sentía dentro de una trama de Daria —estaba igualito a Charles "Upchuck" Ruttheimer, sólo que con el cabello oscuro— cada vez que abría su boca salpicada de dientes torcidos, pues sus comentarios eran siempre agudos, sarcásticos y contundentes.

El de la izquierda. Upchuck es el de la izquierda.

También misóginos y machistas, pero eso no lo entendí hasta que supe un poco mejor qué son esos bonitos conceptos (fast forward a 2014: la Abril Actual no es mucho mejor persona que la Adolescente, lo sé).

Y así como suspiraba por ganarse el corazón de la inalcanzable, me compartía en corto sus frustraciones al ver que nomás no avanzaba. Hasta que un día encontró LA estrategia. Mi amiga no era millonaria pero sí tenía buen gusto. Con ella aprendí lo que es la albahaca, el café irlandés y las marcas de maquillaje que tienen sensor antirrobo porque cuestan igual que una camisa. Y, del mismo modo, era (¿es?) fan de los tulipanes. Como siempre he sido bien intencionada (léase: medio pendeja), se me hizo fácil darle esa pista al Upchuck IRL cuando me preguntó qué podría regalarle en su cumpleaños.

Así lo hizo, y con bombo y platillo. Bueno, lo que quiero decir es que pidió que llevaran el arreglo a la escuela, en horario de clase, para verle la cara de sorpresa y, me imagino, prepararse a recibir la ropa interior de la festejada. Por supuesto, le encantaron. Se sonrojó. Les dijo «hermosas». Y hasta leyó la carta que acompañó al arreglo. En ella, el buen remitente la invitaba a una cita. Una cena o comida, ¿qué importa?

Se ve incomodísimo

 

Mi amiga dijo que no.

¡Obvio, Upchuck se enojó! Se gastó 500 pesos en un arreglo, con el dinero que su adolescente ser había ahorrado en no sé cuánto tiempo, y le prometía una salida GRATIS a comer con él. ¿Era mucho pedir?

En ese momento no lo sabíamos, pero Joey Tribbiani (si le hacemos caso al Internet) ya había acuñado el término friendzone, sin embargo debimos esperar unos años más para que, también el Internet, distorsionara el término. Verán, si nos basamos en el episodio de Friends en el que Joey le dice a Ross que no tiene esperanzas con Rachel porque ya fue friendzoneado, sólo quiere decir que el objeto de deseo no te ve como potencial pareja sexual, sino como amigo. Y punto.

Cuando comenzaron los memes al respecto (véase: Friendzone Fiona), se refería a la situación en el que, principalmente los hombres heterosexuales, se ven relegados al papel de camarada mientras la cortejada se aprovecha de todas las ventajas que recibe junto a la atención de un enamorado. Verán, Rachel, hasta ese momento, no había usado la insinuación de un "tal vez" para que le regalaran tulipanes. Ni mi amiga tampoco: ella no le pidió que le regalara nada. ¿Creen que se salvó de recibir otra carta en donde le reclamaba su falta de educación y consideración, pinche vieja? Le puse una gritadera al tarado aquel cuando me enteré.

Igual a la que le puse a mi hermano cuando salió el tema de la denuncia de Tamara. Y es que es la misma, una y otra vez: ¿por qué un halago («guapa») se considera acoso? ¿Cómo es posible que no se aprecie que una persona reconozca belleza en otra, y se lo comunique de manera educada? ¿Por qué nos —dicen ellos— ponen en la misma categoría que otro que dice obscenidades, se saca el pene o toca partes del cuerpo sin permiso? ¿JAMÁS VAN A VALORAR A LOS HOMBRES BUENOS? Es la misma queja de aquellos que piensan que sólo porque cedes el paso a una mujer, le prestas tu abrigo si le da frío y escuchas las amargas quejas que tiene con su novio, el rockstar que la engaña y trata como basura, ya mereces que ella se abra de piernas cuando tú se lo pidas. Existen threads enteros de estos autonombrados “Buenos Muchachos” (no confundirse con Buenos Muchachos, del programa de radio que son mega chévere) en los que exponen, una y otra vez, sus tristes historias de amor injustamente no correspondido.

La friendzone les ha hecho mucho daño, amigos. Es momento de que se quiten el velo y entiendan de una vez por todas de qué se trata 500 days of Summer: la chica no te quiere, desde el principio te dijo que no va a estar contigo, así que no construyas castillos en el aire con expectativas que nadie te entregó desde el comienzo. Una vez que entiendan que nadie (ni una mujer: sorpresa) está hecho para agradecerte la existencia sólo porque eres amable, sabrán poner en perspectiva que ni siquiera sus mamis tenían razón cuando les aseguraban que todo lo bonito del mundo es sólo para ustedes por su linda cara. O, más bien, porque crees que eres buena persona.

No, el taxista no le dijo una grosería. Y aún así no significa que merece un aplauso o que no sea incómodo. Los que se han levantado en favor del otrora chofer anónimo, que lo han convertido en la cara de su bandera de ardidos y bebés emberrinchados, no sólo demuestran que no tienen la menor idea de cuál es el problema de fondo: se están proyectando.

Sépanlo: la friendzone no existe, es sólo la justificación que toman los "Buenos Muchachos" para comportarse como imbéciles cuando no les dan el dulce. Y una denuncia por acoso es aquella que se hace cuando lo que te dice otro, que no pediste, te agrede, invade tu espacio y te hace sentir insegura.

No se hagan los que no saben la diferencia.

*hiperventila*

Abril Ambriz

Twitter: @ladyprovolone

Instagram: @ladyprovolone

25 enero, 2017 - No Comments!

Se parece tanto al amor | Milestones de un CM

Facebook, quien se da cuenta de que sus usuarios queremos compartir absolutamente todo de nuestras vidas, creó un formato de publicación para que su autor pueda pavonearse con bombo y platillo. O, en este caso, con una banderita y la posibilidad de añadirle una fotografía de su elección.

 

Sin embargo, a pesar de lo estandarizado que es el formato del Milestone o Acontecimiento Importante —sólo se puede editar hasta cierto punto—, incluso en estas embarradas al prójimo también hay idiosincrasia. Tu ex compañera de la prepa que se casó antes de terminar la carrera nunca festejará levantarse sin cruda un domingo a las 3 de la tarde, del mismo modo en que tú ni siquiera sueñas con presumir que tu tercer hijo aprendió a cagar por sí mismo.

 

Por eso, es posible que si no eres un Community Manager tal vez no entiendas lo importante que son estos sucesos, pero, oh, somos legión, y en más de uno lágrimas de felicidad rodaron por su autor. O autora.

 

 

 

 

¡Hasta el engagement, siempre!

 

Abril Ambriz Posas

Twitter: @ladyprovolone

3 agosto, 2016 - No Comments!

Se parece tanto al amor | Hoy renuncio

August is the month of last chances

@tinynoetzsche

 

 

Seis y media de la mañana.

Nunca puedo despertar antes que la alarma, así que cada día lo empiezo en medio del micro infarto que provoca el grito del aparato. Ese reloj tiene más de trece años conmigo, y la única razón por la que no lo he arrancado del muro para estrellarlo contra el piso es que mi madre me lo regaló el día de Reyes. Hace más de trece años me compró un reloj despertador, porque cuando cruzas la mayoría de edad, los seres mágicos te regalan objetos útiles, no pendejadas.

Todas las mañanas me levanto, tomo una ducha, me visto y salgo hacia el trabajo, siempre con el tiempo encima, en una bicicleta que todavía no domino y me doy cuenta de que a veces tengo más miedo de llegar tarde que de un autobús me atropelle. Hasta que un 640 pasa a diez centímetros de mi hombro y mejor me trepo a la banqueta, porque al diablo con la civilidad si significa convertirte en un mártir para la causa.

Hace poco cumplí 34 años y ya empezamos con los achaques que mi juventud no quiso prevenir: que si mucho café, que si las hormonas, que nada de Coca-Cola, nada de cigarrillos —mátenme—, hace falta más ejercicio, hace falta tener hijos y, bueno, que no me quiten la cerveza y el queso, porque mejor invoco la eutanasia y acabo con la miseria. Pero todo esto es normal, es parte de la vida: todo por servir se acaba. Lo que cansa no son las horas extra, las tormentas que convierten las calles en ríos por los que hay que pedalear a contracorriente, los cambios del cliente un viernes a las seis de la tarde o los berrinches de quienes no ganaron una beca del gobierno y tendrán que "seguir partiéndose el lomo", igual que millones de mexicanos que sobreviven con la mitad.

No cansa la certidumbre de que en este país hay más países que no conocemos: el que tiene policías comunitarias, prostitución infantil, casas de cartón, esclavos de fábricas, mujeres asesinadas. Y no nos olvidemos de aquel otro, el que tiene departamentos de lujo controlados por un sólo botón, desayunos con champaña, viajes "de impulso" al otro lado de un océano y Audis que quieren circular por el carril de bicicletas porque, cacha, así es México, wey. Que te digan que caes gorda al corregirle la ortografía a alguien más, y es que en el fondo sabes que si alguien no pone atención en eso, sospechas que en lo demás será igual de descuidado, valemadre y flojo, pero muy su pinche problema (pero seguirás corrigiendo, pues temes que si te pasa, nadie te lo diga, nunca).

Nop.

Lo que cansa es que esta generación tiene expectativas qué cumplir. La de mis padres tuvo una serie de reglas no menos agobiantes: toda la lista que Renton enumeraba empezó desde hace muchos años atrás, y la cargaron nuestro progenitores y todavía la arrastran nuestros hermanos mayores. ¿No me creen? Los reto a decirles que sus sobrinos no tienen que estudiar en una escuela privada, y así puede reducir su gasto, nomás para que vean el horror en sus ojos.

¿A nosotros? Ya no se nos exige poseer un coche, casa propia, matrimonio a la iglesia o que ocultes tu preferencia sexual —no que no haya discriminación. Eso todavía necesita más tiempo, junto a la violencia de género, el racismo, clasismo y otros ismos menos afortunados—, que vayas con corbata al trabajo o tengas una carrera con mil títulos. Eso ya es opcional. Lo que hoy se nos exige es ser felices.

Felices en Facebook, en Instagram, en Twitter, en nuestros boards de Pinterest, en los videos que nos toman para YouTube. Felices mientras hacemos maratón de Stranger Things, compramos boletos para la premiere de Suicide Squad o estamos por probar el siguiente platillo que nos llevará al hospital de tanta grasa (deliciosa, sensual y abundante grasa). Felices aunque vivas una semana cansada, aunque te acosen en la calle, aunque intenten atropellarte; aunque te critiquen por tener diez perros, no ser vegano, no usar Snapchat, no beber café orgánico-de-barrio-sustentable-gourmet; a pesar de que no tienes prestaciones, que los jefes no se saben tu nombre, que otros se paran el cuello con tu trabajo, que tu vecino le pega a su esposa, que tu hija no va a dejar al machito que le dice que sí la quiere pero primero debe terminar la terapia de pareja con su marida.

Feliz aunque el Internet falle cada cinco minutos y no puedas compartir ese GIF de gatitos.

¿Saben qué? Es extenuante. Si quiero estar triste, me pongo triste y lo disfruto. Porque la vida está hecha de todo, no sólo de lo que editamos y compartimos con extraños.

Hoy renuncio al feed perfecto y que se jodan los demás (y su ortografía).

Abril Ambriz Posas

Twitter: @ladyprovolone

 

2 junio, 2016 - No Comments!

Se parece tanto al amor | Mendigando por un clic

Una de las maravillas del Internet es que tienes acceso a lo que sea.

Dije "lo que sea".

Así como puedes darte cuenta de que todo, efectivamente, ya está hecho, en Internet también encontrarás mucho material que te servirá de respaldo en futuras discusiones, etílicas o bajo el influjo del sopor que una deliciosa comida de la abuela le da a la sobremesa. Entre galaxias y galaxias de textos, estudios, contenidos, reportajes, artículos y, en general, lo que sea, se tiene que encontrar una manera de llamar tu atención para que leas, adoptes y compartas escritos de 200 palabras o menos, en los que se intenta explicar el mundo.

Esta actitud se entiende, ¿cierto? Así que los responsables buscan diferentes tipos de estrategias —algunas más honorables que otras—: se invierte en una pauta publicitaria para llegar a personas que ni saben que existe el perfil creador del texto o video; se contacta a una celebridad o un influencer (ñáñaras) para que le dé eco a tu contenido; lo compartes ad nauseam, hasta que por fin pegue en algún foro más intolerante que los rooms de Reddit o 4chan.

Y otros, los orcos de los contenidos, aplican el famosísimo clickbait: le dan un título ambiguo, pero llamativo, con el que se puede asegurar o no que lo que estás por leer te ofrece la prueba irrefutable de la existencia del Chupacabras. La Estrategia Maussan, le dirán otros. Los periodistas serios —los que sí investigan y confirman referencias antes de compartir que Margarito murió— odian este artilugio.

De un tiempo acá he visto una galería interesante, que raya poquito en lo patético:

Captura de pantalla 2016-05-31 a las 12.27.06 p.m.

Sólo porque leíste Harry Potter no te conviertes en personaje de ficción. Aplica igual si te crees La Maga de Rayuela.

 

500 days of Summer

Y seguro tendrá el mismo destino que este romance.

 

De Eslamoda.com

Amor es desperdiciar papel en mensajitos desechables.

 

¿Cuántos más, Summer? ¿CUÁNTOS MÁS?

 

¿Por qué todos los campos de golf deben tener un estanque con cocodrilos?

 

¿Sutileza? No conozco ese Pókemon.

 

Oso mil si tu esposo lo comparte en su muro, así, de pronto.

 

El acoso vende. El sexo qué.

 

Este es el nivel más bajo de la creación de contenidos, porque además de jugarse con el morbo —que es sagrado— se hace con los sentimientos, que son más molestos de hurgar cuando te paseas por Facebook, bajo la bandera de "ser constructivo". No.  Ser constructivo tendría que ser un trabajo basado en las reflexiones, no en un montón de listas a la Buzzfeed que sólo sirven para señalar al otro como el culpable de nuestra propia miseria, y no a un mal ajuste de percepción de la vida.

Es lo malo de las redes sociales: las puedes configurar a tu modo, así que si no tienes ganas de tener diálogo con alguien que piense diferente a ti, los bloqueas, borras, dejas de seguir o, simplemente los ignoras. Del mismo modo inundas tus comentarios con citas de otros textos hechos para que, precisamente, cites aunque no tengan fundamento científico, pruebas de lo que se menciona o, NI SIQUIERA, buena ortografía. De ahí luego surgen los que se basan solamente en Pictoline, Cultura Colectiva, Pijama Surf, Bored Panda, Sopitas u otros sitios en apariencia inofensivos que —en serio, háganme caso— sólo esperan ganar un montón de clics y ya.

¿Por qué escribir un texto que sí valga la pena compartir? Porque implicaría hacer investigación más allá de la primera página de resultados de Google, encender al menos el spell check de tu procesador de textos, pedirle a alguien más que te ayude a editarlo e incluir referencias y, no manches, ¿quién tiempo para eso? ¡El engagement es dinero, gente!

Luego nos damos cuenta de que la mitad de lo que compartimos no es cierto, y no porque tu prima no se dé cuenta de que le cree a El Deforma, sino porque Pictoline sobresimplifica los estudios que convierte en gráfica o plagia obra de otros diseñadores sin otorgarles crédito o compensación.

O porque nos hacen pensar esto, que resulta no ser cierto si se lee con detenimiento el estudio, rompiendo nuestro corazón en mil pedazos:

La mala resolución de la foto es de origen. Lo juro.

 

Estamos escribiendo mucho en Internet. Tanto, que es más sencillo sólo leer lo que está a la mano, en su mayoría hecho para justificar una inversión de miles de dólares o, eventualmente, ser el jefe de GIFS de gatitos. Si no le exigimos a los creadores de contenido un poquito de decencia, calidad y esfuerzo, entonces que no nos sorprenda que nuestros muros y feeds se vayan pudriendo poco a poco, junto a nuestra profesión.

Tú sabes quién eres.

 

Abril Ambriz Posas

Tumblr: ladyprovolone.tumblr.com

Twitter: @ladyprovlone

16 marzo, 2016 - No Comments!

Se parece tanto al amor | Paren la masacre

¿Te meten a la cárcel por salir sin cultura? Probá salir sin ropa.

Susanita

 

 

Empiezo esta entrada con las palabras de Susanita porque, en el fondo, me gustaría que sí hubiera algún tipo de castigo. Enseguida explico de qué hablo.

Estudié durante cinco años (seis, oficialmente) una licenciatura en letras y, en sus mismas aulas, me metieron en la cabeza que la formación educativa más importante es la básica —no hay tiempo para discutir si lo decían para lavarse las manos del maestro mediocre ocasional en la carrera.

Es decir, si en la primaria tuviste a un profesor que prefería fumar mariguana mientras le veía las nalgas a la de intendencia a enseñarte por qué diablos hay una diferencia entre "porque", "por qué" y "porqué", el resto de tu vida está destinada a ser un fracaso tras otro cada vez que intentes escribir un correo electrónico en donde le compartes a un cliente por qué tu presupuesto no puede ajustarse al tipo de cambio de hace 13 años.

Será que me gusta leer, pues, y por eso le pongo tanta maldita importancia a un conjunto de signos y puntitos esparcidos en una hoja en blanco, que aunque sea en medio digital no quiere decir que podemos obviar ciertos errores, al fin y al cabo que "somos compas".

Sé que tenemos una vida que nos demanda algo mucho más importante que la buena ortografía o gramática. No tienen que venir a decirme que la lectura no hace mejor persona a nadie: lo sé y lo digo sin tapujos. La lengua es maleable, viva, se retuerce y, una vez que vive en la boca de alguien, cambiará para siempre sin importar cuántos diccionarios queramos construir para tratar de entenderla: ella va dos pasos más adelante.

De cualquier forma, tener la mente abierta no te prepara para trabajar en atención al cliente en medios digitales y leer menciones o mensajes privados que, por todos los santos, debes releer hasta que tu cerebro hace las conexiones neuronales necesarias para replicar lo que estaba pensando el remitente al presionar de manera aleatoria las letras de un teclado.

Entonces haces una clasificación de mensajes según su nivel de dificultad de lectura, no basada en lo que podemos encontrar en un libro de texto, sino en la curva que creamos con lo que la gente envía a las redes sociales.

 

Por ejemplo, la vida es sencilla con los que tienen estas ligeras pifias:

Ola ke ase, viviendo sin precaución o ke ase.

 

Pero luego lees esto, y te da un microinfarto de señora copetona:

maestra

Ahí está tu maestra de primaria, la que era muy buena para la tanda pero muy torpe para encontrar el predicado en una oración.

 

Hay un momento en que piensas que ya todo se trata de una broma y sólo es por joder poquito:

horrible

Ni ganas te dan de atender su apuro, nomás para ver si así se le ocurre revisar, no su ortografía, sino toda su vida.

 

Sin embargo, nada puede prepararte para el dolor de cabeza que fue abrir un mensaje con la siguiente combinación de caracteres:

peor

peor2

Alan Turing habrá sido un genio y lo que quieran, pero le hizo falta inventar un código para saber si quien escribe está sufriendo un derrame y en realidad intenta pedir ayuda, no contratar un seguro. Nos tomó cerca de una hora descifrarlo. Aída, Tito, Gus y yo le dimos todas las vueltas posibles hasta que entendimos:

  1. La persona en cuestión está más allá del bien y del mal.
  2. Las palabras están hechas para partirse, incluso si no tienen sentido hasta la quinta relectura.
  3. "Picet"  podría o no ser checo de pick-up. Ya sabe: una camioneta con caja de carga descubierta.
  4. No sabemos qué significa el "mapa" de "mapafiado", pero hablaba de una camioneta que todavía estaba pagándose a plazos.
  5. No hay temor de dios.

¿Creen que es complicado atender menciones en Facebook o Twitter por la cantidad? No, no, no. Lo cabrón es entender qué dicen, por qué lo dicen y qué piensan lograr con eso. Así que, si no van a agarrar un libro y enmendar sus arremedos de escritura sólo por decencia, al menos háganlo para que el CM que los atiende comprenda rápidamente lo que quieren y así su problema se resuelva antes de que se graben que "ha" es un verbo auxiliar y no la interjección "ah" que podría escribirse en la frase "¡Ah, cabrón! No le entiendo ni madres a este mensaje".

Finalmente: sí, el lenguaje es un ser vivo. No lo masacren, carajo.

 

Abril Ambriz Posas

Tumblr: ladyprovolone.tumblr.com

Twitter: @ladyprovlone

Instagram: ladyprovolone

 

22 octubre, 2015 - No Comments!

Se parece tanto al amor | Una sonrisita

El mundo funciona de la siguiente manera: un tipo se despierta de malas una mañana y es posible que muchas cosas le salgan mal. Su solución consiste en echarle el auto encima a quien se le atraviese; negarle el paso a una señora que quiere cruzar la calle e, incluso, borrar de una vez por todas a los enfadosos que inundan su muro de Facebook con postales de mensajes positivos.

Pero no se necesita ser un amargado absoluto para despreciar los mensajes con que nos bombardean camino al trabajo. Como si a un refresco le importara tu bienestar (¿entonces por qué son tan dañinos al cuerpo?), o a una ropa de marca le preocupara la equidad de género (¿por qué sus modelos, mujeres, tienen que aparecer en ropa interior?), o a una librería le interesara, en serio, que la gente leyera más y mejor literatura (¿por qué le dan preponderancia en sus sucursales a libros de soluciones fáciles y romances mediocres?). Todo el tiempo nos están hablando: "cree", "sueña", "logra tus metas"; y en el fondo dicen: "compra", "compra", "compra".

Y lo intentan todo: contratan a tu personaje favorito y lo hacen hablar su lenguaje para que te guste. Te comparten por Facebook una postal chistosa, porque en ese momento es chistoso un imbécil que le dice "papayas" a las chicas que se ligará con su trajecito trucutrú. Pagan para que sus meses sin intereses inunden tu pantalla, interrumpan tu música o te amarguen el inicio de una película.

¿A quién le gusta la mercadotecnia? A nadie. Tiene lo mismo de honesto que cualquier político.

Hasta que un día, das vuelta en el pasillo de las golosinas y te encuentras con aquel que creías perdido, esa magdalena de Proust que, con sólo verlo, te inundó de recuerdos de la infancia mientras estabas como tonto ahí en medio de la tienda, bloquéndole el paso a todos.

O cuando te compartieron un teaser con una promesa enorme: "Chewie, we're home" y los ojos se te llenaron de lágrimas, pero no sólo a ti: a tus compañeros que vieron el monitor al mismo tiempo que tú, al otro lado de la cuadra o a miles de kilómetros de distancia.

Hasta que un día, una marca (producto, nombre, personalidad, grandes etcéteras) da en el clavo y tumba la pared de tu recio corazón, dándote justo en el talón de Aquiles. Entonces compraste, compartiste, volviste a comer, bebiste, vestiste y te dejaste abrazar por eso que en verdad te gusta, porque te habla directo.

¿A poco no sonreíste más de una vez gracias a un anuncio, campaña, relanzamiento, concierto o película?

No te hagas: dale gracias por tus sonrisas a la mercadotecnia (bien hecha).

Abril Ambriz Posas

Twitter: @ladyprovolone

Tumblr: ladyprovolone

Instagram: @ladyprovolone


Ideas que cambian la vida S.C.
Tilma 249 Chapalita 45040
Guadalajara, Mexico
+52 (33) 31216000


Ideas que cambian la vida S.C.
Tilma 249 Chapalita 45040
Guadalajara, Mexico
+52 (33) 31216000