...quiero mi proyecto IGUAL*
*las palabras que todos en el mundo creativo temen
Muchos ya sabrán que soy de Guamúchil, un pequeño pueblo en crecimiento del norte de Sinaloa. Es tan pequeño y tan en crecimiento —lento— que el apoyo e interés por la cultura son casi nulos; hay muy poca gente interesada en aportar talento a Salvador Alvarado (el municipio en donde yace la población), y de esa, la mitad, al parecer, piensa “quiero intentar entrarle por quedar bien”.
Cuando estaba en la adolescencia, y un poco confundida sobre qué estaba bien y qué no, una conocida de mi mamá recibió el apoyo de una editorial para publicar su primer libro de poemas. Poco tiempo después, mi mamá, con pena, me platicó que se dieron cuenta que muchos de éstos no eran suyos…
¡Oh, querida Juanita!, ¿no sabías que ya existía el Internet? Me imagino que ella pensó que si nadie lee en Guamúchil, nadie se daría cuenta. Fue la primera vez que escuché que alguien hacía esto —perdón, amigos, vivía en una burbuja— y fue la primera vez que supe qué era un plagio y qué tan de mal gusto es.
Hoy, en el blog de YuJo!, me subiré a este tren de actualidad completamente sin planearlo, pues desde antes de que saliera la noticia de que nuestro “queridísimo presidente” (del que jamás esperábamos esto *sarcasm alert*) plagió su tesis, me preguntaba por qué en el ámbito del diseño, la publicidad y otros temas afines, el plagio es tan común y cómo no se dan cuenta de que todos lo notamos.
No le echo la culpa de esto a nuestros papás o maestros, pero al parecer a todos nos hizo falta que nos dijeran que copiar era malo, no sólo porque así no aprendemos o porque mentimos, sino que, deliberadamente y sin tantita pena, demeritamos todo el esfuerzo y trabajo que otra persona hizo para llegar a esa campaña, diseño, concepto, libro, canción, etc. que tanto nos gustó como para querer imitarlo.
Seguramente cada vez es más común, porque vivimos en el Internet y la infinidad de referencias que te encuentras por todas partes —muchas veces sin querer— te hacen pensar que está bueno y simplemente lo dejas ir. Pero resulta que a tu subconsciente le pareció tan chido que se lo quedó y, tiempo después, se te viene a la mente creyendo que es una idea original. O simplemente te pareció tan bueno que no te importó que alguien más ya lo hubiera hecho, pero como tú también lo puedes replicar, quieres que te toque rebanada de ese pastel.
A pesar de que no soy experta en el tema, no se necesita nada más que sentido común para saber que es algo que habla mucho de tu ética personal y profesional. Por eso creo que como diseñador, publicista, ilustrador, músico, tatuador, el que escribe cartitas en la plazuela y cualquier otra chamba o profesión, es nuestra responsabilidad hacerle saber al cliente que esa referencia con la que llegó no se puede hacer igual porque alguien más ya lo hizo y su trabajo vale. Aunque nos quememos las pestañas para encontrar algo que convenza al cliente de que es mejor que lo que él traía en mente, es lo correcto.
No olvidemos que el Internet es como Guadalajara: enorme, pero todo mundo se conoce y va a donde mismo. Eso que crees que solamente tú tuviste el privilegio de encontrar en una recóndita página de bellísimas referencias, seguramente la mitad de las personas que conocemos también creen que es un secreto que atesorará toda su vida. Enciérrense en una cueva, “fúmense” lo que quieran, abran su tercer ojo, váyanse de viaje, aléjense del Internet y dejen de pensar en “wow, ojalá se me hubiera ocurrido a mí antes”, y entonces haremos algo que todos querrán copiar.
Aline "Viejona" Flores Nonaka
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