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13 diciembre, 2017 - No Comments!

Se parece tanto al amor | Forget the song

Además de una película o un libro, la distancia más corta a una persona es una canción. Somos torpes cuando estamos junto a alguien que nos importa, así que no es sencillo poner en palabras propias lo que pensamos o sentimos cuando se nos acercan. Y sin embargo, quisiéramos hacerlo. Para eso está la música que alguien más virtuoso, sensible, creativo, quizá sin dinero o con un corazón-duro-como-la-piedra-pero-con-el -talento-para-escribir-algo-pegajoso, nos dejó para escuchar una y otra vez.

Dedicar canciones puede ser tan cursi o tan ardido como la ocasión nos empuje. También puede ser un ejercicio de comedia o un intento memorioso: reproducir una melodía que nos transporte a otro momento en donde, como en país extranjero, todos éramos alguien distinto a lo que somos ahora. A veces parece hasta un acto de traición, si nos ponemos exigentes. Cuando nos enamoramos por décima vez en el año, a pesar de que creíamos que no nos pasaría de nuevo (siempre hay alguien más, un trabajo más, otra casa, otra ciudad... pero se nos olvida muy fácil), dudamos porque, ¿cuántas veces hemos dedicado "Lovesong" de The Cure? O, tal vez, sabemos que si alguien más nos dice que esa rolita de Caifanes nos transporta a su mente, es porque así le ha ocurrido con las últimas siete personas especiales en su vida.

 

Paréntesis.

 

He caído en ese bache, lo admito. Eso sí: "Little person" la he dedicado una sola vez, y sanseacabó, no importa lo que pase de ahora en adelante.

 

 

Fin del paréntesis.

 

Con el tiempo he aprendido que no hay tiempo para escuchar todas las canciones, y que a pesar de nosotros mismos, el repertorio significativo, de esas que sí nos aprendemos y podemos cantar en los conciertos sin equivocarnos, se acorta: 35 años en este mundo y, si acaso, 100 canciones me acompañan y, de esas, 20 me evocan algo o quiero que le evoquen algo a otro ser humano.

¿Por qué cuento todo esto? Porque hace rato se me metió en la cabeza que el tiempo sí destruye todo. El chiste para perdonar no es superar un daño, sino que se deslave tanto que hasta lo olvidemos. ¿Cuándo supe que había superado al ex del diablo, ése que se convirtió en el estándar de todo lo que no debo permitir que me haga otro "ser humano"? Al darme cuenta de que olvidé su cumpleaños, que sucede siete días antes del mío, y cuando pude escuchar "Apples" sin derramar una sola lágrima.

 

 

 

En realidad, no podía sentarme a disfrutar Efterklang sin acordarme del amargo trago. ¡Pero ya no! Milan Kundera puso a una de sus protagonistas en La inmortalidad a escuchar, una y otra vez, la canción que le recordaba a su padre fallecido, para así no llorar en el funeral cuando la tocaran. Para mí, eso es tortura, porque no creo en las curas exprés. Siempre el paso de los años se encarga de hacer más porosa la memoria. Incluso, puedo encontrarme con gente que odiaba con odio jarocho hace años, y experimentar gusto de que no estén en el fondo de una trinchera. ¿Sí saben cómo?

Darme cuenta de que ya puedo cantar "Apples" sin el nudo en la garganta me regresó un poco de felicidad: ya no tengo playlists prohibidas. Todos crecemos, avanzamos en el camino, siempre hacia adelante, no hacia atrás. Arriba, no adelante, y siempre girando, girando hacia la libertad. Todo se supera, lo que no te mata te hace más fuerte. Et al.

Hasta que me sentí muy machita y busqué en Spotify una de las piezas que, la neta, sí me gustan de Coldplay: "The scientist". No me pregunten por qué, pero esa se convirtió en La Canción de la Muerte de mi Madre. A ella ni le gustaba esa banda, no la puse durante su enfermedad ni alguien me dijo que hablaba de ella. Ni siquiera pienso que hable de ella en particular. Fue una mujer mucho más inteligente y divertida que Chris Martin. Pero cuando tocaban esa rola en un bar hace 14 años (¡más de una década desde su partida! ALV) las lágrimas se portaban como un montón de gorrones exigiendo sus artículos gratis en un evento político y debía abandonar el recinto o encerrarme en el baño a berrear diez minutos, lo que fuera más digno según las posibilidades.

"Ya son 14 años ", pensé. Ya estoy más cerca de cumplir 40 que de tener la edad cuando la vi dar su último respiro (le grité "¡No!" sin darme cuenta, como si eso fuera a mantener su aliento dentro de ella, para que no se nos escapara. Ahora hago lo mismo cuando tiran un gol a mi portería en el futbolito y, sorprendentemente, sí funciona a veces. ¿Por qué la vida no es como el pinche futbolito?), así que claro que ya puedo escucharla. Entonces la añadí a una playlist colaborativa. Y le di al botoncito de play.

 

 

Oh, I'm going back to the start.

A la chingada.

No se supera nada, amigos. Las heridas no cierran, las ausencias sólo se hacen más grandes y llega un momento en que todos tenemos que aceptar que hay dolores que no podremos aliviar, ni con el gatito más esponjoso del mundo, no importa la voluntad o los obstáculos que nos den sabiduría en este amargo valle de lágrimas.

Ustedes escúchenla. La comparto sólo por pura cortesía, porque la mencioné y seguro alguno de ustedes, pubertos, ni saben de qué hablo, pero ni crean que la estoy escuchando. Está prohibida. Vetada. Tabú. Nel.

El tiempo es capaz de curar muchas cosas, sí, y también nos demuestra que tenemos derecho a respirar profundo, secarnos el llanto y darnos permiso de continuar con lo que nos queda de vida al decirnos "Forget the song".

 

 

 

Se parece tanto al amor, pues.

 

Abril Ambriz Posas

Twitter: @ladyprovolone

PD. Ya, en serio. Dejen de dedicar "Lovesong". De tanto hacerlo, ya perdió todo su significado, ¿no creen?


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