¿Te meten a la cárcel por salir sin cultura? Probá salir sin ropa.
Susanita
Empiezo esta entrada con las palabras de Susanita porque, en el fondo, me gustaría que sí hubiera algún tipo de castigo. Enseguida explico de qué hablo.
Estudié durante cinco años (seis, oficialmente) una licenciatura en letras y, en sus mismas aulas, me metieron en la cabeza que la formación educativa más importante es la básica —no hay tiempo para discutir si lo decían para lavarse las manos del maestro mediocre ocasional en la carrera.
Es decir, si en la primaria tuviste a un profesor que prefería fumar mariguana mientras le veía las nalgas a la de intendencia a enseñarte por qué diablos hay una diferencia entre "porque", "por qué" y "porqué", el resto de tu vida está destinada a ser un fracaso tras otro cada vez que intentes escribir un correo electrónico en donde le compartes a un cliente por qué tu presupuesto no puede ajustarse al tipo de cambio de hace 13 años.
Será que me gusta leer, pues, y por eso le pongo tanta maldita importancia a un conjunto de signos y puntitos esparcidos en una hoja en blanco, que aunque sea en medio digital no quiere decir que podemos obviar ciertos errores, al fin y al cabo que "somos compas".
Sé que tenemos una vida que nos demanda algo mucho más importante que la buena ortografía o gramática. No tienen que venir a decirme que la lectura no hace mejor persona a nadie: lo sé y lo digo sin tapujos. La lengua es maleable, viva, se retuerce y, una vez que vive en la boca de alguien, cambiará para siempre sin importar cuántos diccionarios queramos construir para tratar de entenderla: ella va dos pasos más adelante.
De cualquier forma, tener la mente abierta no te prepara para trabajar en atención al cliente en medios digitales y leer menciones o mensajes privados que, por todos los santos, debes releer hasta que tu cerebro hace las conexiones neuronales necesarias para replicar lo que estaba pensando el remitente al presionar de manera aleatoria las letras de un teclado.
Entonces haces una clasificación de mensajes según su nivel de dificultad de lectura, no basada en lo que podemos encontrar en un libro de texto, sino en la curva que creamos con lo que la gente envía a las redes sociales.
Por ejemplo, la vida es sencilla con los que tienen estas ligeras pifias:
Ola ke ase, viviendo sin precaución o ke ase.
Pero luego lees esto, y te da un microinfarto de señora copetona:
Ahí está tu maestra de primaria, la que era muy buena para la tanda pero muy torpe para encontrar el predicado en una oración.
Hay un momento en que piensas que ya todo se trata de una broma y sólo es por joder poquito:
Ni ganas te dan de atender su apuro, nomás para ver si así se le ocurre revisar, no su ortografía, sino toda su vida.
Sin embargo, nada puede prepararte para el dolor de cabeza que fue abrir un mensaje con la siguiente combinación de caracteres:
Alan Turing habrá sido un genio y lo que quieran, pero le hizo falta inventar un código para saber si quien escribe está sufriendo un derrame y en realidad intenta pedir ayuda, no contratar un seguro. Nos tomó cerca de una hora descifrarlo. Aída, Tito, Gus y yo le dimos todas las vueltas posibles hasta que entendimos:
- La persona en cuestión está más allá del bien y del mal.
- Las palabras están hechas para partirse, incluso si no tienen sentido hasta la quinta relectura.
- "Picet" podría o no ser checo de pick-up. Ya sabe: una camioneta con caja de carga descubierta.
- No sabemos qué significa el "mapa" de "mapafiado", pero hablaba de una camioneta que todavía estaba pagándose a plazos.
- No hay temor de dios.
¿Creen que es complicado atender menciones en Facebook o Twitter por la cantidad? No, no, no. Lo cabrón es entender qué dicen, por qué lo dicen y qué piensan lograr con eso. Así que, si no van a agarrar un libro y enmendar sus arremedos de escritura sólo por decencia, al menos háganlo para que el CM que los atiende comprenda rápidamente lo que quieren y así su problema se resuelva antes de que se graben que "ha" es un verbo auxiliar y no la interjección "ah" que podría escribirse en la frase "¡Ah, cabrón! No le entiendo ni madres a este mensaje".
Finalmente: sí, el lenguaje es un ser vivo. No lo masacren, carajo.
Abril Ambriz Posas
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