Con frecuencia escuchamos que siempre nos gusta lo que no podemos alcanzar. A mí, desde pequeña me han fascinado las nubes, bueno, el cielo en general.
La primera vez que viajé en avión estaba muy emocionada y le conté a mi mamá que cuando pasáramos adentro de una nube iba a sacar mi mano por la ventana y agarraría un pedazo de ella, le pondría azúcar y me la comería como si fuera un algodón dulce. Después me di cuenta que la ventana no se podía abrir y mi plan valió madres 🙁
Después, cuando vi en mi libro de ciencias naturales el experimento de “Tu propia nube en una botella” se me volvió a romper el corazón porque en realidad “eso” que estaba en la botella de Coca-Cola de dos litros no se podía llamar nube, al menos no como las que me gustaban.
Por eso me conformé con mirar el cielo y encontrarles formas de animales y cosas así.
Ahora cada que veo un bonito lienzo celestial capturo el momento y lo guardo en la memoria (del celular).
Aída Morales
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