Soy el bolígrafo de los sueños de cada escritor, de todos, desde Cervantes —aunque no me conociera cuando estaba dentro de una prisión— hasta Vila Matas, pasando por Cortázar y Neruda.
Mi historia es curiosa, porque en realidad soy un bolígrafo común y corriente, de esos que muerdes y que reposas en la oreja; de los que se quedan sin tapa y no encuentras en la mochila. Aunque en realidad me gusta más estar en el bolsillo, preferiblemente boca abajo, por eso de que la gravedad ayuda a que la tinta baje y ya no tienen que hacerme molinillo violentamente.
Soy un bolígrafo común y corriente. Tengo tinta y hago lo que la mano me diga. Si dice que escriba, escribo; si dice que dibuje, lo hago, y no me sale nada mal.
Pero creo que soy más de escribir, garabatear firmas o flores en las servilletas.
Lo que me hace especial, si se me permite regalarme el atributo, es que puedo hacer que la gente pueda escribir. No sé muy bien cómo funciona, sólo sé que de alguna manera ayudo a que encuentren las palabras que quieren usar.
Por ejemplo, trabajé con Miguel Hernández para uno de sus poemas que termina así:
Sigue, pues, sigue cuchillo,
volando, hiriendo. Algún día
se pondrá el tiempo amarillo
sobre mi fotografía.*
Escribir conmigo sólo tiene una tara, es algo insignificante y quien me diseñó creyó que era justo: las personas que trabajan conmigo tienen que hacerlo de noche. Algunas toman café para aguantar, otras no. Después de algún tiempo no me necesitan más, escriben como quieren y yo puedo pasar a otras manos, todo empieza de nuevo.
David Moreno
Twitter: @dmorenoc_
Instagram: @dmorenoc_
*N. de la E. Fragmento de "Un carnívoro cuchillo", de El rayo que no cesa.
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