Una de las maravillas del Internet es que tienes acceso a lo que sea.
Dije "lo que sea".
Así como puedes darte cuenta de que todo, efectivamente, ya está hecho, en Internet también encontrarás mucho material que te servirá de respaldo en futuras discusiones, etílicas o bajo el influjo del sopor que una deliciosa comida de la abuela le da a la sobremesa. Entre galaxias y galaxias de textos, estudios, contenidos, reportajes, artículos y, en general, lo que sea, se tiene que encontrar una manera de llamar tu atención para que leas, adoptes y compartas escritos de 200 palabras o menos, en los que se intenta explicar el mundo.
Esta actitud se entiende, ¿cierto? Así que los responsables buscan diferentes tipos de estrategias —algunas más honorables que otras—: se invierte en una pauta publicitaria para llegar a personas que ni saben que existe el perfil creador del texto o video; se contacta a una celebridad o un influencer (ñáñaras) para que le dé eco a tu contenido; lo compartes ad nauseam, hasta que por fin pegue en algún foro más intolerante que los rooms de Reddit o 4chan.
Y otros, los orcos de los contenidos, aplican el famosísimo clickbait: le dan un título ambiguo, pero llamativo, con el que se puede asegurar o no que lo que estás por leer te ofrece la prueba irrefutable de la existencia del Chupacabras. La Estrategia Maussan, le dirán otros. Los periodistas serios —los que sí investigan y confirman referencias antes de compartir que Margarito murió— odian este artilugio.
De un tiempo acá he visto una galería interesante, que raya poquito en lo patético:
Este es el nivel más bajo de la creación de contenidos, porque además de jugarse con el morbo —que es sagrado— se hace con los sentimientos, que son más molestos de hurgar cuando te paseas por Facebook, bajo la bandera de "ser constructivo". No. Ser constructivo tendría que ser un trabajo basado en las reflexiones, no en un montón de listas a la Buzzfeed que sólo sirven para señalar al otro como el culpable de nuestra propia miseria, y no a un mal ajuste de percepción de la vida.
Es lo malo de las redes sociales: las puedes configurar a tu modo, así que si no tienes ganas de tener diálogo con alguien que piense diferente a ti, los bloqueas, borras, dejas de seguir o, simplemente los ignoras. Del mismo modo inundas tus comentarios con citas de otros textos hechos para que, precisamente, cites aunque no tengan fundamento científico, pruebas de lo que se menciona o, NI SIQUIERA, buena ortografía. De ahí luego surgen los que se basan solamente en Pictoline, Cultura Colectiva, Pijama Surf, Bored Panda, Sopitas u otros sitios en apariencia inofensivos que —en serio, háganme caso— sólo esperan ganar un montón de clics y ya.
¿Por qué escribir un texto que sí valga la pena compartir? Porque implicaría hacer investigación más allá de la primera página de resultados de Google, encender al menos el spell check de tu procesador de textos, pedirle a alguien más que te ayude a editarlo e incluir referencias y, no manches, ¿quién tiempo para eso? ¡El engagement es dinero, gente!
Luego nos damos cuenta de que la mitad de lo que compartimos no es cierto, y no porque tu prima no se dé cuenta de que le cree a El Deforma, sino porque Pictoline sobresimplifica los estudios que convierte en gráfica o plagia obra de otros diseñadores sin otorgarles crédito o compensación.
O porque nos hacen pensar esto, que resulta no ser cierto si se lee con detenimiento el estudio, rompiendo nuestro corazón en mil pedazos:
Estamos escribiendo mucho en Internet. Tanto, que es más sencillo sólo leer lo que está a la mano, en su mayoría hecho para justificar una inversión de miles de dólares o, eventualmente, ser el jefe de GIFS de gatitos. Si no le exigimos a los creadores de contenido un poquito de decencia, calidad y esfuerzo, entonces que no nos sorprenda que nuestros muros y feeds se vayan pudriendo poco a poco, junto a nuestra profesión.
Tú sabes quién eres.
Abril Ambriz Posas
Tumblr: ladyprovolone.tumblr.com
Twitter: @ladyprovlone
Published by: abril in Creatividad, Redes Sociales, Tocino, yujo!